Hola amigos/as del Foro
El domingo en la Ventosa ha amanecido pasado por agua. No muy copiosa pero si un calabobos que te obliga a llevar el paraguas adonde vayas. Y el abrigo, porque el frío se hace notar anunciando el invierno que se acerca.
Así que nada mejor que pasar la mañana en casita colocando cosas, y de vez en cuando mirar el campo mojado a través de las ventanas, mientras saboreo un café.
Después de comer, a eso de las 16’00 horas, bien abrigado, cojo mi paraguas y voy dando un paseo al cementerio. Desde mi terraza al salir, veo como la niebla ha ocultado a la vista el cerro del Cominillo extendiéndose hacia la derecha, y bajando hacia los Cañarejos y cerros de Culebras. Nadie por las calles mojadas y limpias, ningún ruido que me haga pensar que hay habitantes, y los hay, pero a esa hora están en el principio de la siesta o viendo alguna película en la tele.
Paso por la solitaria plaza del Eruelo que debía estar rodeada de árboles, pero que ninguna Corporación Municipal tuvo la inquietud e intención de plantarlos nunca, y solamente el olmo del Tío Crescencio, ya seco, da fe de que alguna vez esa plaza tuvo vida vegetal.
Paso por la puerta de la Iglesia, esta mañana punto obligado de culto y reunión de casi todos los vecinos del pueblo, y ahora cerradas las forjadas puertas de su jardín, y también los antiguos portones de la entrada a la misma. Me detengo un momento, y con mi imaginación “entro” dentro y me extasío contemplando en solitario la imagen de S. Isidro con sus bueyes, a Santa Ana con la Virgen de jovencita, el magnífico Cristo Crucificado que desde su urna ha contemplado a tantas generaciones a través de los años, el Altar Mayor centrado en esas enormes columnas, y el Sagrario, y la Virgen Inmaculada encima, muy arriba, presidiendo como Patrona del pueblo Su Iglesia, a la que da nombre, mudo testigo de las visitas de tantos paisanos que pasaron ante Ella a lo largo de los años… viendo las imágenes que desde pequeño marcaron mi devoción y respeto con la vida religiosa, no puedo dejar de pensar lo lejos que estoy de aquel entonces, con las sensaciones negativas y las dudas e interrogantes que hoy atormentan mis creencias. No obstante aquí en esta pequeña Catedral, tantas veces añorada, se sosiega mi espíritu y siento una paz difícil de explicar. “Salgo” y continúo mi camino llegando a la plaza Rollo, y admiro una vez más el bien cuidado y precioso jardín de Hilario q. e. p. d. y Carmen, que embellece la entrada a su casa, y que demuestra que en esa casa hay amor por la naturaleza.
Bajo por la carretera y voy viendo las cuevas donde tantas tardes pasaron nuestros mayores bebiendo unos vasos de vino hecho por ellos mismos, acompañados de una buena conversación, a la vez que con unos chorizos de orza o unas tajadas de bacalao seco comprado a escote en casa de la Tía María Luisa. Ahí tenemos otro bien cultural de nuestro Patrimonio que se está perdiendo.
Llego al Pilar Viejo, ¿os acodáis del Pilar Viejo? Está antes de llegar al huerto de D. Sixto, el de las higueras, que hace esquina con el cruce del cementerio. Digo esto porque ya no se ve, el Pilar digo, está lleno de maleza y por lo tanto oculto y peligroso para los niños que son muy trastos. Siempre que paso por ese punto me viene a la memoria lo fácil que sería darle a ese Pozo-Pilar el reconocimiento justo a la importancia que tuvo en el pasado, cuando bajaban a por agua para dar de beber a los animales, desde las viviendas próximas al Calvario. Bajaban con cubos por delante de la casa del Tío Rosco, pasaban por la Era Peña, y por una senda llegaban al Pilar, llenaban los cubos y a subir cargados/as por el mismo sitio.
Me pregunto si sería tan costoso hacer un templete de forja debidamente techado, que tuviera suficiente diámetro para abarcar el pozo, al que se le haría un brocal como es debido, y unos bancos de piedra para descanso de paseantes en el verano o cualquier época, ya que esta zona es muy transitada y preferente para ese menester, además de poner encima un letrero con el nombre de nuestro pueblo. No olvidemos que una de las entradas de nuestro pueblo. Esto, y la limpieza y conservación de las entradas a las Cuevas del Vino darían a nuestro pueblo categoría y distinción. Creo que alguien con autoridad tendría que “dar la lata” en Cultura y Patrimonio de Castilla la Mancha, y quizás así no sería gravoso.
Al pasar el cruce, veo que ya van apareciendo en los campos los primeros brotes de la siembra dando al terreno un color verdoso que disfrutaremos largo tiempo hasta que germinen las espigas. Me vuelvo para ver el pueblo que voy dejando atrás, y veo como la niebla también cubre en su totalidad el Cerro del Otero, y Cuesta de los Manolos.
Llego al cementerio, el silencio es total, las lápidas que cubren las tumbas brillan por efecto del agua que no cesa de caer, avanzo “saludando” mentalmente a mis familiares y tantos y tantos conocidos, y agradezco la iniciativa de poner fotos en las lápidas, pues así el recuerdo es más preciso y real, unas palomas rompen el gran silencio con su aleteo al salir del ramaje de un ciprés, y me dan un susto las p…palomas. Este es un sitio especial, que visito desde muy joven, y por lo tanto no es traumático ni triste para mí estar aquí entre tanta gente que conocí, que quise, que respeté y admiré, así que salgo de él y me voy bajo la lluvia a mi casa, tranquilamente, donde me espera un café caliente y el ordenador para ponerme en contacto con los foreros de mi pueblo, para recordarles que su pueblo les echa en falta.
Mis más cordiales saludos amigos. A vosotros y a los que nos leen.
Manuel.
El domingo en la Ventosa ha amanecido pasado por agua. No muy copiosa pero si un calabobos que te obliga a llevar el paraguas adonde vayas. Y el abrigo, porque el frío se hace notar anunciando el invierno que se acerca.
Así que nada mejor que pasar la mañana en casita colocando cosas, y de vez en cuando mirar el campo mojado a través de las ventanas, mientras saboreo un café.
Después de comer, a eso de las 16’00 horas, bien abrigado, cojo mi paraguas y voy dando un paseo al cementerio. Desde mi terraza al salir, veo como la niebla ha ocultado a la vista el cerro del Cominillo extendiéndose hacia la derecha, y bajando hacia los Cañarejos y cerros de Culebras. Nadie por las calles mojadas y limpias, ningún ruido que me haga pensar que hay habitantes, y los hay, pero a esa hora están en el principio de la siesta o viendo alguna película en la tele.
Paso por la solitaria plaza del Eruelo que debía estar rodeada de árboles, pero que ninguna Corporación Municipal tuvo la inquietud e intención de plantarlos nunca, y solamente el olmo del Tío Crescencio, ya seco, da fe de que alguna vez esa plaza tuvo vida vegetal.
Paso por la puerta de la Iglesia, esta mañana punto obligado de culto y reunión de casi todos los vecinos del pueblo, y ahora cerradas las forjadas puertas de su jardín, y también los antiguos portones de la entrada a la misma. Me detengo un momento, y con mi imaginación “entro” dentro y me extasío contemplando en solitario la imagen de S. Isidro con sus bueyes, a Santa Ana con la Virgen de jovencita, el magnífico Cristo Crucificado que desde su urna ha contemplado a tantas generaciones a través de los años, el Altar Mayor centrado en esas enormes columnas, y el Sagrario, y la Virgen Inmaculada encima, muy arriba, presidiendo como Patrona del pueblo Su Iglesia, a la que da nombre, mudo testigo de las visitas de tantos paisanos que pasaron ante Ella a lo largo de los años… viendo las imágenes que desde pequeño marcaron mi devoción y respeto con la vida religiosa, no puedo dejar de pensar lo lejos que estoy de aquel entonces, con las sensaciones negativas y las dudas e interrogantes que hoy atormentan mis creencias. No obstante aquí en esta pequeña Catedral, tantas veces añorada, se sosiega mi espíritu y siento una paz difícil de explicar. “Salgo” y continúo mi camino llegando a la plaza Rollo, y admiro una vez más el bien cuidado y precioso jardín de Hilario q. e. p. d. y Carmen, que embellece la entrada a su casa, y que demuestra que en esa casa hay amor por la naturaleza.
Bajo por la carretera y voy viendo las cuevas donde tantas tardes pasaron nuestros mayores bebiendo unos vasos de vino hecho por ellos mismos, acompañados de una buena conversación, a la vez que con unos chorizos de orza o unas tajadas de bacalao seco comprado a escote en casa de la Tía María Luisa. Ahí tenemos otro bien cultural de nuestro Patrimonio que se está perdiendo.
Llego al Pilar Viejo, ¿os acodáis del Pilar Viejo? Está antes de llegar al huerto de D. Sixto, el de las higueras, que hace esquina con el cruce del cementerio. Digo esto porque ya no se ve, el Pilar digo, está lleno de maleza y por lo tanto oculto y peligroso para los niños que son muy trastos. Siempre que paso por ese punto me viene a la memoria lo fácil que sería darle a ese Pozo-Pilar el reconocimiento justo a la importancia que tuvo en el pasado, cuando bajaban a por agua para dar de beber a los animales, desde las viviendas próximas al Calvario. Bajaban con cubos por delante de la casa del Tío Rosco, pasaban por la Era Peña, y por una senda llegaban al Pilar, llenaban los cubos y a subir cargados/as por el mismo sitio.
Me pregunto si sería tan costoso hacer un templete de forja debidamente techado, que tuviera suficiente diámetro para abarcar el pozo, al que se le haría un brocal como es debido, y unos bancos de piedra para descanso de paseantes en el verano o cualquier época, ya que esta zona es muy transitada y preferente para ese menester, además de poner encima un letrero con el nombre de nuestro pueblo. No olvidemos que una de las entradas de nuestro pueblo. Esto, y la limpieza y conservación de las entradas a las Cuevas del Vino darían a nuestro pueblo categoría y distinción. Creo que alguien con autoridad tendría que “dar la lata” en Cultura y Patrimonio de Castilla la Mancha, y quizás así no sería gravoso.
Al pasar el cruce, veo que ya van apareciendo en los campos los primeros brotes de la siembra dando al terreno un color verdoso que disfrutaremos largo tiempo hasta que germinen las espigas. Me vuelvo para ver el pueblo que voy dejando atrás, y veo como la niebla también cubre en su totalidad el Cerro del Otero, y Cuesta de los Manolos.
Llego al cementerio, el silencio es total, las lápidas que cubren las tumbas brillan por efecto del agua que no cesa de caer, avanzo “saludando” mentalmente a mis familiares y tantos y tantos conocidos, y agradezco la iniciativa de poner fotos en las lápidas, pues así el recuerdo es más preciso y real, unas palomas rompen el gran silencio con su aleteo al salir del ramaje de un ciprés, y me dan un susto las p…palomas. Este es un sitio especial, que visito desde muy joven, y por lo tanto no es traumático ni triste para mí estar aquí entre tanta gente que conocí, que quise, que respeté y admiré, así que salgo de él y me voy bajo la lluvia a mi casa, tranquilamente, donde me espera un café caliente y el ordenador para ponerme en contacto con los foreros de mi pueblo, para recordarles que su pueblo les echa en falta.
Mis más cordiales saludos amigos. A vosotros y a los que nos leen.
Manuel.