Llega don Carnal con los carnavales bajo el brazo. Todos usan algún disfraz, caretas, pelucas, gafas de risa y artilugios grotescos para montar la juerga en este gran carnaval del mundo. En el teatro nuestro de cada día. Ahí van los de la Comisión Europea disfrazados de trogloditas, esgrimiendo cachiporras guiñolescas por si alguien se sale de la raya.
Tras el encargo del Rey, Pedro Sánchez viste de príncipe azul con su plan de negociación progresista en la mano y un mensaje de confianza, moderación y diálogo. Quiere conquistar a la derecha y a la izquierda. Pasea subido en un caballo, rumbo a una posible-imposible investidura, y muestra el catálogo de asuntos que propondrá a sus interlocutores. Enarbola el cartel de la regeneración democrática y de las políticas sociales, dentro del marco de estabilidad presupuestaria, y avanza hacia el cambio de la Constitución para conseguir una España federal.
El ciudadano Albert Rivera se disfraza de hada azul con su varita mágica. Y el candidato socialista le pide el deseo de ser presidente y que no le dé calabazas. Pablo Iglesias se enfunda un traje de luces, coge en brazos a Sánchez y torea a una vaquilla con el capote morado del “sí se puede, no se puede”.
Provisto de sotana, Rajoy ejerce de cura y reza por nosotros, pecadores. “Mas líbranos de Podemos para que no se pueda. Amén”. Muy cerca, la reina del diferido, María Dolores, exhibe su corona genovesa y una goma de borrar discos duros. El descubridor Bárcenas ha sido fuerte, gracias a Rajoy, y apunta y eleva la voz desde su nave: “ ¡Cospedal a la vista!” El portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando, se pone un antifaz oscuro e invita a Luis a tomar una saludable copa de lejía.
Carnaval al rojo vivo
Barberá, la senadora con túnica pepera, proclama su virginidad incorruptible. “Nada de mordidas”, asegura. Los colegas valencianos de Rita, vestidos de piratas, esgrimen los garfios de las comisiones ilegales, de la financiación ilegal y del blanqueo de dinero. La jefa se pone un parche en el ojo. O dos. Ni ve ni quiere ver. “Todo es un montaje”, según el pobre cacique Rus.
El Zorro, Iñigo Errejón, airea su florete para fastidiar a los ricos y vencer a la exclusión social. Alberto Garzón, el D’Artagnan de IU, guerrea contra los golfos del “ ¡Uno para todos, todo para unos cuantos!” y no quiere poner zancadillas al aspirante a La Moncloa. El ex-Honorable Artur se disfraza de gallo. Desplumado, eso sí, pero con el 3 %. Las viejas guardias montan un parque de diplodocus y lo pasan muy bien con sus disfraces del Jurásico.
Susana Díaz lleva trapos de Caperucita Roja y está preparada para enseñar los dientes al lobo Pablito o a Pedro si se tercia. Los independentistas catalanes portan vestimentas de pirómanos con tres leyes de desconexión, y Sánchez cambia su imagen de príncipe por la de bombero con sifón federalista.
La Infanta es la lady mosquetera de Nóos. Ve vulnerado su derecho a la "doctrina Botin" y a la defensa, cínicamente, y no quiere sentarse en el banquillo con Urdangarin, al que están confeccionando un trajecito de rayas para residir entre rejas de cuatro estrellas.
Al superhéroe Aznar se le pincha el músculo democrático que nunca llegó a tener, y el catastrofista de dimensiones bíblicas, Margallo, anuncia el apocalipsis porque el padre Marianín, amante del sentido común y luchador infatigable contra la corrupción, no puede seguir mandando en el convento.
El papa Francisco va como toca en su papel de pontífice y llama a combatir las lacras que nos envenenan. Como siempre, muchos hacen el indio ante la pandilla de gángsteres que dinamitan el Estado de bienestar y se presentan como nuestros ángeles de la guarda. Dulce compañía. ¿Negociaciones o nueva campaña electoral en el fondo? Ya lo ven. El carnaval está al rojo vivo
Y yo como tantos Españoles con el disfraz de paciente penitente como UNO MAS
Tras el encargo del Rey, Pedro Sánchez viste de príncipe azul con su plan de negociación progresista en la mano y un mensaje de confianza, moderación y diálogo. Quiere conquistar a la derecha y a la izquierda. Pasea subido en un caballo, rumbo a una posible-imposible investidura, y muestra el catálogo de asuntos que propondrá a sus interlocutores. Enarbola el cartel de la regeneración democrática y de las políticas sociales, dentro del marco de estabilidad presupuestaria, y avanza hacia el cambio de la Constitución para conseguir una España federal.
El ciudadano Albert Rivera se disfraza de hada azul con su varita mágica. Y el candidato socialista le pide el deseo de ser presidente y que no le dé calabazas. Pablo Iglesias se enfunda un traje de luces, coge en brazos a Sánchez y torea a una vaquilla con el capote morado del “sí se puede, no se puede”.
Provisto de sotana, Rajoy ejerce de cura y reza por nosotros, pecadores. “Mas líbranos de Podemos para que no se pueda. Amén”. Muy cerca, la reina del diferido, María Dolores, exhibe su corona genovesa y una goma de borrar discos duros. El descubridor Bárcenas ha sido fuerte, gracias a Rajoy, y apunta y eleva la voz desde su nave: “ ¡Cospedal a la vista!” El portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando, se pone un antifaz oscuro e invita a Luis a tomar una saludable copa de lejía.
Carnaval al rojo vivo
Barberá, la senadora con túnica pepera, proclama su virginidad incorruptible. “Nada de mordidas”, asegura. Los colegas valencianos de Rita, vestidos de piratas, esgrimen los garfios de las comisiones ilegales, de la financiación ilegal y del blanqueo de dinero. La jefa se pone un parche en el ojo. O dos. Ni ve ni quiere ver. “Todo es un montaje”, según el pobre cacique Rus.
El Zorro, Iñigo Errejón, airea su florete para fastidiar a los ricos y vencer a la exclusión social. Alberto Garzón, el D’Artagnan de IU, guerrea contra los golfos del “ ¡Uno para todos, todo para unos cuantos!” y no quiere poner zancadillas al aspirante a La Moncloa. El ex-Honorable Artur se disfraza de gallo. Desplumado, eso sí, pero con el 3 %. Las viejas guardias montan un parque de diplodocus y lo pasan muy bien con sus disfraces del Jurásico.
Susana Díaz lleva trapos de Caperucita Roja y está preparada para enseñar los dientes al lobo Pablito o a Pedro si se tercia. Los independentistas catalanes portan vestimentas de pirómanos con tres leyes de desconexión, y Sánchez cambia su imagen de príncipe por la de bombero con sifón federalista.
La Infanta es la lady mosquetera de Nóos. Ve vulnerado su derecho a la "doctrina Botin" y a la defensa, cínicamente, y no quiere sentarse en el banquillo con Urdangarin, al que están confeccionando un trajecito de rayas para residir entre rejas de cuatro estrellas.
Al superhéroe Aznar se le pincha el músculo democrático que nunca llegó a tener, y el catastrofista de dimensiones bíblicas, Margallo, anuncia el apocalipsis porque el padre Marianín, amante del sentido común y luchador infatigable contra la corrupción, no puede seguir mandando en el convento.
El papa Francisco va como toca en su papel de pontífice y llama a combatir las lacras que nos envenenan. Como siempre, muchos hacen el indio ante la pandilla de gángsteres que dinamitan el Estado de bienestar y se presentan como nuestros ángeles de la guarda. Dulce compañía. ¿Negociaciones o nueva campaña electoral en el fondo? Ya lo ven. El carnaval está al rojo vivo
Y yo como tantos Españoles con el disfraz de paciente penitente como UNO MAS
jajajaaja.
Buenas tardes, UNO MAS. De borregos no hace falta que nos disfracemos la mayoría de "los de a pie".... ¡Pá qué!
Buen Carnaval, y que sea lo que Dios quiera, como se dice en nuestra tierra.
Buenas tardes, UNO MAS. De borregos no hace falta que nos disfracemos la mayoría de "los de a pie".... ¡Pá qué!
Buen Carnaval, y que sea lo que Dios quiera, como se dice en nuestra tierra.