B. Tardes amigos/as del Foro
Un año más el verano va pasando, y con su marcha se van yendo nuestros paisanos y amigos de la infancia, que tuvieron a bien pasar parte del verano en las casas que les vieron nacer. Recorrieron sus cuestas y sus calles, y dieron largos paseos por el campo, bebiendo agua de sus fuentes y recordando (siempre el recuerdo) cuando de pequeños transitaban por esos caminos con los borriquillos cargados de mies en los veranos, o de estiércol en los inviernos.
Los campos siguen con color amarillo apagado del rastrojo, pues la falta de lluvia impide que sean arados, y mientras tanto los girasoles lucen sus colores verde y oro, aunque también la falta de agua les va marchitando y secando cada día.
Las lluvias primaverales, que hicieron posible una extraordinaria cosecha de cereal, también llenaron los acuíferos y manantiales, y de resultas de ello disfrutamos del agua de nuestras fuentes, la Guijarra, Fuente Grande y Fuente del Villar, que suministran del agua de boca a todos los Ventoseros y a otros paisanos de los pueblos cercanos.
En las viñas, haciendo bueno el dicho que dice “en la Virgen de agosto pintan las uvas…” se ven racimos pintones que se destacan entre las grandes hojas verdes, y en las zarzas se van viendo como maduran las moras, que lentamente cambian su color pasando del verde al morado y después al negro.
En las higueras, desperdigadas por los montes, empiezan a madurar los ricos y dulces higos blancos y negros haciendo las delicias de los caminantes, y dentro de quince o veinte días será momento de ir con una cesta para recolectar los suficientes para hacer rica mermelada.
En fin amigos, el campo ofrece en estas fechas todos los frutos de sus árboles, y el caminante puede disfrutarlos con la debida mesura, pues no hay que olvidar que tienen dueño, y a éstos, les gusta recolectar el fruto de sus bienes.
En el pueblo, por la mañana, se forman tertulias en los bancos del Eruelo a la sombra. Se tocan todos los temas, incluido el de la política, aunque sin mucho énfasis, y cualquier maquinaria de arreglar calles o camión que pase, da lugar a comentarios varios entre paisanos llegados de Barcelona, Valencia, Madrid y residentes en el pueblo.
Se guarda rigurosamente el turno para comprar en la única y bien surtida tienda, y en la espera de los camiones ambulantes que suministran al pueblo de toda variedad de productos congelados, así como frescos, pescado, carnes y frutas, en diferentes días, y en esas esperas se dan noticias sobre los asuntos del pueblo, y muchas veces sobre las alegrías y penas de los que andáis lejos.
El panadero, que viene de la Peraleja donde elabora el pan, cumple con puntualidad su reparto diario casi puerta a puerta, y suministra al pueblo, además de pan, de rica bollería.
Por las tardes, en la terraza del bar de Bernardo, nuestros paisanos más mayores juegan al truque, al tute a al mus, y se juegan la ronda de bebida de la partida, ¡! y que empeño ponen por ganar ¡.
Ir a la Piscina Municipal es una delicia, pues un año más es el sitio de más afluencia, sobre todo de las jóvenes y guapas mamás y abuelas que con sus hijos y nietos ofrecen una estampa maternal muy hermosa, y en la terraza del bar, con un libro y un café, o en una tertulia, se pasa el tiempo volando disfrutando del frescor de la Cañadilla.
En esta hora, ocho de la tarde, en las puertas de las casas se forman tertulias sacando las sillas para todo el que llegue, y hasta la hora de la cena se habla de todo, repitiendo cada día el lugar donde andan de vacaciones los hijos y nietos, que recorren la geografía española después de haber disfrutado las fiestas del pueblo que se celebraron del cuatro a siete, y rezando para que no les pase nada en su andadura veraniega…
Este año se ha producido un fenómeno extraño en el pueblo, y es que no se ven moscas ni avispas, ni cantan los grillos en las noches, y en mis andares por el campo, a pleno sol, no oigo cantar a la cigarra. He preguntado a un conocido apicultor de la zona de Chillarón, y me dice que de ciento diez colmenas que tenía, le han quedado solamente catorce, habiéndosele muerto las abejas de las otras colmenas.
La verdad es que el tema es preocupante.
En fin amigos, así como os cuento transcurre la vida diariamente en vuestro pueblo, en el que se os recuerda y se os echa en falta, no lo dudéis.
Os mando un cordial saludo, y os deseo que seáis felices.
Con afecto: Manuel.
Un año más el verano va pasando, y con su marcha se van yendo nuestros paisanos y amigos de la infancia, que tuvieron a bien pasar parte del verano en las casas que les vieron nacer. Recorrieron sus cuestas y sus calles, y dieron largos paseos por el campo, bebiendo agua de sus fuentes y recordando (siempre el recuerdo) cuando de pequeños transitaban por esos caminos con los borriquillos cargados de mies en los veranos, o de estiércol en los inviernos.
Los campos siguen con color amarillo apagado del rastrojo, pues la falta de lluvia impide que sean arados, y mientras tanto los girasoles lucen sus colores verde y oro, aunque también la falta de agua les va marchitando y secando cada día.
Las lluvias primaverales, que hicieron posible una extraordinaria cosecha de cereal, también llenaron los acuíferos y manantiales, y de resultas de ello disfrutamos del agua de nuestras fuentes, la Guijarra, Fuente Grande y Fuente del Villar, que suministran del agua de boca a todos los Ventoseros y a otros paisanos de los pueblos cercanos.
En las viñas, haciendo bueno el dicho que dice “en la Virgen de agosto pintan las uvas…” se ven racimos pintones que se destacan entre las grandes hojas verdes, y en las zarzas se van viendo como maduran las moras, que lentamente cambian su color pasando del verde al morado y después al negro.
En las higueras, desperdigadas por los montes, empiezan a madurar los ricos y dulces higos blancos y negros haciendo las delicias de los caminantes, y dentro de quince o veinte días será momento de ir con una cesta para recolectar los suficientes para hacer rica mermelada.
En fin amigos, el campo ofrece en estas fechas todos los frutos de sus árboles, y el caminante puede disfrutarlos con la debida mesura, pues no hay que olvidar que tienen dueño, y a éstos, les gusta recolectar el fruto de sus bienes.
En el pueblo, por la mañana, se forman tertulias en los bancos del Eruelo a la sombra. Se tocan todos los temas, incluido el de la política, aunque sin mucho énfasis, y cualquier maquinaria de arreglar calles o camión que pase, da lugar a comentarios varios entre paisanos llegados de Barcelona, Valencia, Madrid y residentes en el pueblo.
Se guarda rigurosamente el turno para comprar en la única y bien surtida tienda, y en la espera de los camiones ambulantes que suministran al pueblo de toda variedad de productos congelados, así como frescos, pescado, carnes y frutas, en diferentes días, y en esas esperas se dan noticias sobre los asuntos del pueblo, y muchas veces sobre las alegrías y penas de los que andáis lejos.
El panadero, que viene de la Peraleja donde elabora el pan, cumple con puntualidad su reparto diario casi puerta a puerta, y suministra al pueblo, además de pan, de rica bollería.
Por las tardes, en la terraza del bar de Bernardo, nuestros paisanos más mayores juegan al truque, al tute a al mus, y se juegan la ronda de bebida de la partida, ¡! y que empeño ponen por ganar ¡.
Ir a la Piscina Municipal es una delicia, pues un año más es el sitio de más afluencia, sobre todo de las jóvenes y guapas mamás y abuelas que con sus hijos y nietos ofrecen una estampa maternal muy hermosa, y en la terraza del bar, con un libro y un café, o en una tertulia, se pasa el tiempo volando disfrutando del frescor de la Cañadilla.
En esta hora, ocho de la tarde, en las puertas de las casas se forman tertulias sacando las sillas para todo el que llegue, y hasta la hora de la cena se habla de todo, repitiendo cada día el lugar donde andan de vacaciones los hijos y nietos, que recorren la geografía española después de haber disfrutado las fiestas del pueblo que se celebraron del cuatro a siete, y rezando para que no les pase nada en su andadura veraniega…
Este año se ha producido un fenómeno extraño en el pueblo, y es que no se ven moscas ni avispas, ni cantan los grillos en las noches, y en mis andares por el campo, a pleno sol, no oigo cantar a la cigarra. He preguntado a un conocido apicultor de la zona de Chillarón, y me dice que de ciento diez colmenas que tenía, le han quedado solamente catorce, habiéndosele muerto las abejas de las otras colmenas.
La verdad es que el tema es preocupante.
En fin amigos, así como os cuento transcurre la vida diariamente en vuestro pueblo, en el que se os recuerda y se os echa en falta, no lo dudéis.
Os mando un cordial saludo, y os deseo que seáis felices.
Con afecto: Manuel.