Viene del anterior
Metieron a las mulas en la cuadra cerrando tras ellos el portón de madera gruesa sin pintar, envejecida por las lluvias y el sol, y cuando entraban a casa vino hacia Ellos el chaval diciendo: -! Que mentiroso es usté padre, he mirao y hay un cacho tortilla con pan...!
.-! Odo!, pues ni cuenta m´dao - contestó el padre, añadiendo - te la pués comer pa la cena, o cuando tu madre diga.
Cuando entraron, Ramiro colgó la chaqueta de pana y la boina en la percha, en el portal, y entrando a la cocina se acomodó en la banca. La mujer avivó el fuego de la chimenea, soplando las ascuas con un fuelle, y acercó a las mismas el puchero de barro que contenía la cena, sujeto con un tranco de hierro. El niño tenía sobre la mesa la Enciclopedia Álvarez de primer grado, y leía un manoseado tebeo del Capitán Trueno, bajo la luz amarillenta que emanaba de una bombilla colgada del techo de su propio cable rizado. Junto a la bombilla, colgaba una cinta con pegamento por sus dos caras, donde se quedaban pegadas las moscas que se posaban en ella.
Dentro de la chimenea, colgaba permanentemente de las llares un cubo con agua, y a un lado colgaba de un clavo un candil, y en el otro lado un farol, que servían para alumbrarse cuando "se iba" la luz, y para ir a echarles el pienso a las mulas en la noche. Colgada debajo del candil había unas trébedes.
Junto a la puerta de entrada de la cocina, había un aparato de radio marca Ondina sobre una repisa de madera en la pared, con su canto cubierto por una puntilla de tela blanca.
Además de la banca, en la cocina había un rincón para la leña y los ceporros para el invierno, una pequeña alacena con una puerta con rejilla fina de alambre, un paletero en la pared, con fondo de hule, del que colgaban paletas y cucharones, además de algunas corbeteras de chapa esmaltada con algún desconchón, y algunas sartenes de chapa. Debajo del paletero había una mesa de madera de color marrón, que tenía un cajón, en el que se guardaban los cubiertos de cinc, y los cuchillos de hierro con mango de madera. Completaba el mobiliario dos sillas de madera con asiento de anea.
Encima del paletero, y ocupando el largo de la pared, dos poyales de ladrillo y yeso en el que había platos y pucheros de barro y porcelana, una alcuza, un almirez de latón, botellas de cristal con tapón de corcho conteniendo aceite y vinagre, un salero de barro y un azucarero con tapa, de cristal...
Encima de la banca había un poyal más corto pero con más fondo, en el que se almacenaban pucheros y sartenes de tamaño más grande.
.- ¿Tiés gana? ¿Quiés que cenemos? - preguntó la esposa a Ramiro que andaba buscando emisora en la radio.
.- Lo que Tú digas mujer...
.- Pues voy a poner la mesa. Anda hijo, trae un pan del cernedor y ayúdame a correr la mesa, y deja de leer que tevásaquedar ciego.
.- Déjale mujer, que es bueno que sepa leer y escribir bien, y las cuatro reglas... no como nosotros... que no hemos podío hacer más que trabajar.
Pusieron la mesa al centro de la cocina, y en la misma una fuente honda de barro, y a su alrededor tres cucharas. En el sitio que ocupaba el padre, la mujer puso un cuchillo de hoja ancha y larga y la hogaza de pan que trajo el niño. De la silla del padre, colgaba la bota de vino.
Al cabo de unos minutos llegaron juntos los dos hijos que faltaban. El mayor de dieciocho años, pastor con amo, que llevaba a su cargo un ganado con ciento cincuenta ovejas ayudado por su perro, que no entró en la cocina. Se quedó en el portal moviendo la cola a modo de saludo. Y la chica de quince años, que servía a jornada completa en casa del Secretario del pueblo. Los dos tenían ajustada su manutención en casa de sus amos.
Después de los saludos, los recién llegados se acomodaron en la banca.
La madre con cuidado, vació el contenido caliente del puchero en la fuente de barro. Judías pintas con tocino, dos chorizos y una morcilla. Con el cuchillo partió por la mitad un chorizo y dejó uno entero para su marido, y lo mismo hizo con la morcilla de tripa gorda y el tocino.
El padre cogió la hogaza de pan con su mano izquierda, la apoyó en su antebrazo, y le hizo una cruz con la punta del cuchillo por su parte posterior, hecho lo cual, partió con destreza un trozo para cada uno, y comenzaron a cenar los tres de la misma fuente de barro, no sin antes decirles a sus hijos mayores como cada noche, que cenaran con ellos si tenían hambre.
Según iban cenando, los mayores hablaban de lo acontecido a cada uno durante el día, y el niño escuchaba. En un momento de la conversación la mujer dijo:
.- Ramiro, me es menester algún dinero. Si pudiás traer alguna carga de leña de las que ties encargás, me vendría bien. El amo de la chica tié pedías dos de raíces, y la tía Rufa la viuda, una de chasca…
.- Vale mujer, traeré un par de cargas mañana o pasao - dijo Ramiro - pero, ¿porqué no les pides a los amos de los chicos?
.- No es menester pedíles, pues con poco me apaño, y lo de los chicos lo dejo pa cosas más precisas.
Continúa en el siguiente...
Metieron a las mulas en la cuadra cerrando tras ellos el portón de madera gruesa sin pintar, envejecida por las lluvias y el sol, y cuando entraban a casa vino hacia Ellos el chaval diciendo: -! Que mentiroso es usté padre, he mirao y hay un cacho tortilla con pan...!
.-! Odo!, pues ni cuenta m´dao - contestó el padre, añadiendo - te la pués comer pa la cena, o cuando tu madre diga.
Cuando entraron, Ramiro colgó la chaqueta de pana y la boina en la percha, en el portal, y entrando a la cocina se acomodó en la banca. La mujer avivó el fuego de la chimenea, soplando las ascuas con un fuelle, y acercó a las mismas el puchero de barro que contenía la cena, sujeto con un tranco de hierro. El niño tenía sobre la mesa la Enciclopedia Álvarez de primer grado, y leía un manoseado tebeo del Capitán Trueno, bajo la luz amarillenta que emanaba de una bombilla colgada del techo de su propio cable rizado. Junto a la bombilla, colgaba una cinta con pegamento por sus dos caras, donde se quedaban pegadas las moscas que se posaban en ella.
Dentro de la chimenea, colgaba permanentemente de las llares un cubo con agua, y a un lado colgaba de un clavo un candil, y en el otro lado un farol, que servían para alumbrarse cuando "se iba" la luz, y para ir a echarles el pienso a las mulas en la noche. Colgada debajo del candil había unas trébedes.
Junto a la puerta de entrada de la cocina, había un aparato de radio marca Ondina sobre una repisa de madera en la pared, con su canto cubierto por una puntilla de tela blanca.
Además de la banca, en la cocina había un rincón para la leña y los ceporros para el invierno, una pequeña alacena con una puerta con rejilla fina de alambre, un paletero en la pared, con fondo de hule, del que colgaban paletas y cucharones, además de algunas corbeteras de chapa esmaltada con algún desconchón, y algunas sartenes de chapa. Debajo del paletero había una mesa de madera de color marrón, que tenía un cajón, en el que se guardaban los cubiertos de cinc, y los cuchillos de hierro con mango de madera. Completaba el mobiliario dos sillas de madera con asiento de anea.
Encima del paletero, y ocupando el largo de la pared, dos poyales de ladrillo y yeso en el que había platos y pucheros de barro y porcelana, una alcuza, un almirez de latón, botellas de cristal con tapón de corcho conteniendo aceite y vinagre, un salero de barro y un azucarero con tapa, de cristal...
Encima de la banca había un poyal más corto pero con más fondo, en el que se almacenaban pucheros y sartenes de tamaño más grande.
.- ¿Tiés gana? ¿Quiés que cenemos? - preguntó la esposa a Ramiro que andaba buscando emisora en la radio.
.- Lo que Tú digas mujer...
.- Pues voy a poner la mesa. Anda hijo, trae un pan del cernedor y ayúdame a correr la mesa, y deja de leer que tevásaquedar ciego.
.- Déjale mujer, que es bueno que sepa leer y escribir bien, y las cuatro reglas... no como nosotros... que no hemos podío hacer más que trabajar.
Pusieron la mesa al centro de la cocina, y en la misma una fuente honda de barro, y a su alrededor tres cucharas. En el sitio que ocupaba el padre, la mujer puso un cuchillo de hoja ancha y larga y la hogaza de pan que trajo el niño. De la silla del padre, colgaba la bota de vino.
Al cabo de unos minutos llegaron juntos los dos hijos que faltaban. El mayor de dieciocho años, pastor con amo, que llevaba a su cargo un ganado con ciento cincuenta ovejas ayudado por su perro, que no entró en la cocina. Se quedó en el portal moviendo la cola a modo de saludo. Y la chica de quince años, que servía a jornada completa en casa del Secretario del pueblo. Los dos tenían ajustada su manutención en casa de sus amos.
Después de los saludos, los recién llegados se acomodaron en la banca.
La madre con cuidado, vació el contenido caliente del puchero en la fuente de barro. Judías pintas con tocino, dos chorizos y una morcilla. Con el cuchillo partió por la mitad un chorizo y dejó uno entero para su marido, y lo mismo hizo con la morcilla de tripa gorda y el tocino.
El padre cogió la hogaza de pan con su mano izquierda, la apoyó en su antebrazo, y le hizo una cruz con la punta del cuchillo por su parte posterior, hecho lo cual, partió con destreza un trozo para cada uno, y comenzaron a cenar los tres de la misma fuente de barro, no sin antes decirles a sus hijos mayores como cada noche, que cenaran con ellos si tenían hambre.
Según iban cenando, los mayores hablaban de lo acontecido a cada uno durante el día, y el niño escuchaba. En un momento de la conversación la mujer dijo:
.- Ramiro, me es menester algún dinero. Si pudiás traer alguna carga de leña de las que ties encargás, me vendría bien. El amo de la chica tié pedías dos de raíces, y la tía Rufa la viuda, una de chasca…
.- Vale mujer, traeré un par de cargas mañana o pasao - dijo Ramiro - pero, ¿porqué no les pides a los amos de los chicos?
.- No es menester pedíles, pues con poco me apaño, y lo de los chicos lo dejo pa cosas más precisas.
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