Nos acordamos de algunos sucesos-unos buenos, y otros no tanto –de nuestra infancia, y de cosas que hemos disfrutado sin darnos cuenta del valor y de su importancia asta que nos faltan Podría referirme a muchas de ellas, pero me centrare en la gastronomía, ahora que esta tan de moda las dietas alimenticias, me viene a la memoria los tiempos donde en el pueblo y a sus gentes, carecíamos de muchas cosas, aunque ya había luz eléctrica circulaban mucho los candiles, el agua corriente todavía no llegaba a las casas, y había que desplazarse a la fuente mas cercana-la fuente Grande o la del Villar eran las que estaban mas a mano –donde los alimentos eran extraídos del corral (pollos conejos) y se cocinaban en la cocina de leña, las verduras se obtenían del huerto, los huevos de las gallinas, alimentadas de forma natural, se cojian calentitos recién puestos, los fiambres (chorizos, lomo, tocino, morcillas, costillas, jamón,) se curaban en la cambara o la alacena tras la celebración de la matanza de un cerdo, que cada familia criaba para uso particular. Vino procedente de los “”majuelos”” (viñas) elaborado de forma artesanal pasando la forma de hacerlo de padres a hijos, pisando la uva con los pies descalzos y dejandolo fermentar en grandes tinajas a la temperatura ideal en las cuevas escavadas en piedra, cuevas que todavía existen a las afueras del pueblo, (aunque infravaloradas y desaprovechadas) Y otro tanto con el aceite, teniendo en cuenta los buenos olivares y el molino, que no era muy grande, pero abastecía al pueblo y comarca de un excelente aceite. La harina igualmente, dado que la mayor parte del termino se dedicaba a la siembra del trigo no faltaba y además era de excelente calidad, y de ella el pan con lo que llegamos al tema que hoy nos ocupa y que quisiera subrayar. El pan, pan que se cocía una vez a la semana en el horno del””castillejero “la tahona frente la casa de la Paz o en el horno de la “”tía Maria-Luisa””Pan bien metido en harina, que se deshacía entre los dedos y en la boca cuando recién salido del horno, oloroso y todavía caliente se comía sin ningún tipo de acompañamiento. Tan simple como darle un pellizco a uno de aquellos panes. Con el paso de los días iba endureciendo, pero sin perder en ningún momento su sabor, asta que al final cuando ya se daba una nueva hornada, pasaba para ser utilizado en sopas, para hacer unas buenas migas, y en el ultimo momento el poco que pudiera quedar ya muy duro, se remojaba para pienso de los animales.
sige pan de pueblo 2
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