Nos arropábamos hasta el cuello. Incluso escondíamos la cabeza bajo las mantas. Hacía ya un buen rato que madre nos había reñido para que nos acostásemos y aunque no era, ni mucho menos, la única noche que nos habíamos tenido que ir a la cama sin cenar, ese día no podíamos conciliar el sueño.
Padre partió ayer con otros hombres de la familia a no sé qué pueblo y le esperábamos con ansiedad, pero después de lo que a mí me parecieron por lo menos dos o tres horas, me rendí dormido entre sollozos.
De repente unas voces me despertaron. Al principio creí que soñaba, pero no. Mi padre, que presumía nuestra ansiedad, no pudo esperar a mañana y nos llevó en volandas a la mesa donde había un saco de pan blanco como la leche.
Ese día comimos hasta hartarnos aunque no quedase nada o muy poco para el siguiente y después, unidos entre abrazos y lágrimas cantamos hasta el amanecer. Fué la mejor Navidad de mi vida.
Felices Fiestas.
Padre partió ayer con otros hombres de la familia a no sé qué pueblo y le esperábamos con ansiedad, pero después de lo que a mí me parecieron por lo menos dos o tres horas, me rendí dormido entre sollozos.
De repente unas voces me despertaron. Al principio creí que soñaba, pero no. Mi padre, que presumía nuestra ansiedad, no pudo esperar a mañana y nos llevó en volandas a la mesa donde había un saco de pan blanco como la leche.
Ese día comimos hasta hartarnos aunque no quedase nada o muy poco para el siguiente y después, unidos entre abrazos y lágrimas cantamos hasta el amanecer. Fué la mejor Navidad de mi vida.
Felices Fiestas.