Recuerdo una Ledaña de los sesenta, cuando se iba aún a la fuente de la plaza a por agua con unos carritos con dos cántaros, no había esos árboles y esa plazoleta elevada, en misa los hombres se ponían detrás, mi abuelo había dejado de ser el médico de Ledaña pocos años antes (de. José) y aún tenía la habitación con lo que fue clínica; yo podía mear en el corral de una tía de mi padre (ya no existe tía ni corral) y tenía siempre miedo de que las gallinas me picaran -como dicen allá- la chorra. Estaba el bar el Tordo, el de la plaza, etc. Y estaba mal visto que entrasen mujeres; dentro había un olor especial, las fichas de dominó chocaban ruidosas contra las mesas, ...Cuando llegaba yo con mis padres en el seat 600 los críos se agrupaban alrededor, iban muchos con el pelo rapado, y miraban serios a los que veníamos de la ciudad. Añoro esos tiempos duros, afortunadamente ya nada es lo mismo, pero no dejo de acordarme con nostalgia.