Hace tiempo que se perdió la
costumbre de cantar los mayos a las mozas del
pueblo la última
noche del mes de abril, pero ha perdurado más las de algunos enamorados de escribir en la
fachada de la
casa de la
joven causante de sus
desvelos, versos que reflejaban el amor que por ella sentía. Eran versos anónimos, pero la destinataria sabía o intuía quién era el autor.
Uno de estos versos recuerdo que decía:
Soñé que el fuego se helaba,/soñé que la
nieve hervía,/y por soñar imposibles,/ soné que
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