Foto de Vicente MR
La
iglesia de
Santa María la Mayor, templo más antiguo de la villa y único en el que todavía se celebra culto. De estilo
gótico, en su interior se conserva el magnífico
reloj de la ciudad, que aún puede dar la hora.
Qué ver en la villa de
Moya
Antes que nada conviene remontarse unos cuantos siglos atrás para comprender la grandiosidad de Moya. Fue poblada por Alfonso VIII en el año 1210 tras la conquista de Castielfab,
Ademuz y Serreilla por Pedro II de
Aragón. A comienzos del siglo XIII se cede a la Orden de Santiago y se funda el
hospital para redención de cautivos, siendo su primer señor Don Juan González, maestre de Calatrava. Desde entonces va rotando en propiedad por diversas
casas como los Lara o los Albornoz. En 1319, Fernando IV la declara Patrimonio de la Corona, siendo desde entonces tierra de realengo y villa. A mediados del siglo XV pasa a manos de Don Juan Pacheco, marqués de Villena, pero no podrá tomar posesión ante la negación de los habitantes. El que sí podrá tomar posesión en 1475 es Don Andrés de
Cabrera, mayordomo de la
Casa Real y esposo de Doña Beatriz de Bobadilla, camarera de la reina Isabel la Católica. Cinco años más tarde la villa y sus tierras adquieren el rango de marquesado. Durante el siglo XVI vive la ciudad su máximo apogeo, construyéndose nuevos inmuebles y templos, además de reforzarse otros como la
muralla y el
castillo. A partir del siglo XVIII es cuando se inicia la decadencia de la villa, deshabitándose por completo a mediados del siglo XX, concretamente en la década de los 50.
Nada más entrar en la Villa de Moya, nos dirigimos a contemplar los restos de la iglesia de
San Miguel (s. XIV). Solo quedan los muros principales, sirviendo en la actualidad como
cementerio. Caminando hacia el extremo occidental llegamos a los escasos restos de la iglesia de San Pedro (s. XVII). Justo a su lado una construcción en bastante mejor estado de conservación, puesto que se encuentra parcialmente rehabilitada. Nos referimos al
convento de la Concepción Franciscana (s. XVII), cuyo arquitecto, Pedro de Tolosa, levantó también el convento de Uclés.
Edificio de dimensiones considerables en cuyo
claustro podemos encontrar aljibes que solucionaban uno de los grandes problemas de la villa: el
agua. En poco tiempo desembocamos en la
plaza Mayor, desde la que observamos la también destrozada iglesia de la Santísima Trinidad (s. XIII), cuya
espadaña todavía sigue en pie. Pronto llegamos a los dos
edificios restaurados de la ciudad. La casa del
Ayuntamiento, antiguo pósito, y la iglesia de Santa María la Mayor, templo más antiguo de la villa y único en el que todavía se celebra culto. De estilo gótico, en su interior se conserva el magnífico reloj de la ciudad, que aún puede dar la hora.