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NARBONETA: PRIMERA PARTE...

PRIMERA PARTE

Narboneta se encuentra rodeado de un entorno maravilloso que nos ofrece una riqueza y belleza dignas de consideración.

Entre muchos lugares, destacar la zona que conocemos como “El Molino”. La puesta en valor de este molino acercaría este importante patrimonio a su población y lo deberíamos de ver, orgullosos, como un rasgo más de nuestra identidad cultural.

Se construyó durante las últimas décadas del siglo XIX, tiempo realmente cercano si lo comparamos con otros molinos harineros del Valle del Cabriel de posible origen romano o árabe y podemos afirmar que este molino fue el único que existió en Narboneta.

Evidentemente, hay documentos históricos en que me baso y que me han servido de inicio para esta investigación. En primer lugar; en “El catastro de la Ensenada”; a mediados del siglo XVIII, Don Zenón de Somodevilla, Marqués de la Ensenada y Secretario de Hacienda, recibió el encargo de realizar un Catastro. Su finalidad era implantar una Única Contribución frente a la variedad de impuestos existentes. Consistió en 40 preguntas conocidas como “Respuestas Generales”, respondidas bajo juramento por los expertos y notables del lugar. Se realizó en todos los municipios y entre las preguntas había una que hacía referencia a los molinos existentes; en la pregunta nº 17 y refiriéndose a Narboneta dice:

Si hay algunas minas, salina, molinos harineros u de papel, batanes u otros artefactos en el término, distinguiendo de qué metales y de qué uso, explicando sus dueños y lo que se regula produce cada uno de utilidad al año
“Ala Dezima Septima pregunta dijeron no ser comprehensiba, por no haver en este Lugar y su término, lo que contiene y responden”.

En este Catastro se puede comprobar que no existía molino.

En segundo lugar, encontrando otros trabajos de inventariado de bienes, con los que poder documentar esta afirmación, en el Diccionario de Pascual Madoz, publicado en 1850 en la transcripción que hace de Narboneta no consta que lo hubiera.

Y en tercer lugar a la colaboración de Eusebia Rives Zomeño y de otros familiares de los molineros, que con sus testimonios me han aportado datos fundamentales sobre su historia la cual ha sido transmitida de una generación a otra.

Está situado a la derecha del cauce del río Narboneta, al pie del majestuoso peñasco que alberga El Castillo y el núcleo urbano de la población. Actualmente guarda su estructura original y se encuentra en condiciones para imaginarnos como era. Sin embargo, el deterioro producido por el tiempo y el abandono, hace que solo se quede como un recuerdo de la historia.

Una historia que inició Francisco Rives Fuentes, con un gran espíritu emprendedor que caracteriza a esta familia, pues ya explicaremos más adelante como la iniciativa de uno de sus herederos: su hijo Faustino, consiguió hacer llegar la electricidad a la población.
Era de Mira, se casó con Remedios Bosque Fernández de Chelva (Valencia), y decidieron ir a vivir a Narboneta con un gran proyecto; construir un molino harinero. Posiblemente al ver la necesidad y dificultades que tenía la población para la molienda del grano, ya que tenían que recurrir a los pueblos vecinos, unas veces a Mira, otras a Garaballa e incluso más lejos como a Camporrobles. Se decía que el que tenía un molino tenía un tesoro, quizás por la comparación al oro que se hacía al grano de trigo cuando adquiría el color amarillo en tiempo de siega. Con los buenos rendimientos de este cereal y la mejora de las técnicas molineras hizo la existencia más fácil y cómoda para la población.

Sin dudarlo construyeron una vivienda a la vera del río y la acondicionaron con este propósito comprando todo lo necesario para su funcionamiento. Tarea fácil para Francisco pues procedía de la familia Rives, molineros de toda la vida. Conocemos algunos miembros de esta familia que se establecieron por los pueblos de alrededor con este mismo fin. Construir este pequeño molino era necesario contar con un gran capital y tener conocimientos para su montaje, ya no solo del molino, también de albañilería, para la construcción de la casa y de la cuadra, e incluso a veces era necesario hacer de mecánico, carpintero, herrero, y saber picar las piedras.

Tuvieron ocho hijos, Josefa, Isabel, Victoria, Antonia y Filomena, Maximino, Faustino, y Florencio.

Tenía dos plantas. En la principal estaba la sala de la molienda y en la parte de arriba la vivienda. Al molino se entraba por el lado este, que linda con el río. Al norte; se hallaba la balsa o cubo que se llenaba con el agua de la acequia. Cuando soltaban el agua, que entraba a través de la saetilla, la fuerza motriz, hacía girar el rodezno o rodete que se encontraba en el cárcavo. Este era una galería, por lo general abovedada, situada bajo la sala de la molienda. Desde el cárcavo el agua volvía al rio. Al mismo tiempo que giraba el rodezno giraba su eje vertical y este, a su vez, movía la muela volandera sobre otra inferior que permanecía fija; la solera o bajera. Sobre ellas estaba la tolva, un recipiente casi siempre de madera en forma de pirámide invertida, donde se colocaba el grano para la molienda. El harnal estaba justo al lado, era un cajón que recogía el grano ya molido, sin limpia ni cernido; mezcla de harina con salvado.

El dueño del molino cobraba por los trabajos de la molienda una parte del grano molido, esta parte se llamaba maquila y la establecía el molinero, lo cual hacía aumentar su economía en este posible negocio. Pero los derechos de maquila también regulaban el orden de la molienda, los plazos en la entrega de la harina y las responsabilidades entre particulares y molineros.

Las medidas que utilizaban eran recipientes de madera, cada una de distinta capacidad.

EQUIVALENCIAS SEGÚN TABLA PARA LA MEDICIÓN DE CERELAES:

Medio Celemín de trigo…… 2 Kg.
1 Celemín de trigo……….... 4 Kg.
1 Barchilla de trigo……….. 11 Kg.
1 Almud de trigo……………. 22 Kg.
1 Fanega de trigo………….. 44 Kg.