Roca de la
fuente,
Empequeñecida
Por suspiros de infancia que llenan
El Bedija de lágrimas agostadas de nostalgia.
Campanario y viento entremezclados
Que abaten el silencio de las manos que me mecen hasta dormirme.
Olmos enfermos,
Gangrenada su voz,
Salvan susurros de
tormenta
Rebelde y confusa.
Soberbia es mi mirada al rayo
Que se avergüenza ante la tuya.
Rincón oscuro y carcomido,
Harto de vivir en muerte cada día.
Nicho desesperado por gritos de amor y dolor que no cesan.
Por negarse
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