Las
colmenas (troncos de olmo huecos) se colocaban dentro de
corrales como este, siempre situados a la solana, y siempre en pendientes más o menos pronunciadas. El sol hacía despertar antes a las abejas, que producían más miel, y la pendiente evitaba la inundación o el encharcamiento.
Los muros de
piedra servían, ¡atentos!, para que los osos y demás mamíferos omnívoros (tejónes, zorros, etc...) que hasta el periodo de los Reyes Católicos habitaban nuestros
montes, no rompieran las colmenas en
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