Jamás olvidare las noches de ensayo en casa de Evi. Su melancólico violín entonando un también melancólico tango, estilo que siempre le pareció sublime. Jamás olvidaré el estridente ladrido de sus perritas cada vez que sonaba su también estridente timbre, y Rufino, Lunes, o Vicente, se sumaban al ensayo. Ahora me doy cuenta de que en aquellos momentos pasados me encontraba entre la gente con más sensibilidad y sentido artístico de Tresjuncos.
Job.
Job.