Hola amigos:
Soy Pu Songling, nacido y muerto hace tres siglos. Pero mi espíritu vaga por los aires y no tendré descanso hasta que los mortales no aprendan esta lección. Os voy a contar una historia de mis Cuentos de Liao Zhai. Se llama:
LA SOBERBIA
Hace mucho tiempo, en la población de Tles Yun Kos, situada en la lejana provincia de Ku En Ka, vivía una chica que se llamaba Ma Jo, que en castellano quiere decir Fisgona. Era muy hermosa, pero muy engreída. Creía que era la reina de toda la región.
Sus padres, especialmente su padre, muy mayor, se lo reprochaba siempre, pero esta chica hacía caso omiso. Como su madre había estado en la ciudad de Ma Dlig, sirviendo en la casa de unos señores importantes que se codeaban con la gente imperial, le transmitió a su pequeña los aires de grandeza. Ella se afanaba en parecerse a su madre, puesto que en realidad creía que ella había nacido para algo más importante que vivir de una forma vulgar con el resto de mortales. Le decía a su madre:
- ¿Mama, nosotros por qué vimos en un lugar tan lúgubre?
- Hija, no te preocupes, que un día seremos muy importantes y ocuparemos el lugar que nos corresponde en esta ciudad.
Hija y madre tenían una estrecha relación por la que conectaban en aspiraciones, deseos y anhelos.
Los sueños de Ma Jo eran de grandeza. Muchas noches soñaba que era una gran princesa, que se casaba con un príncipe maravilloso y que vivían muy felices el resto de sus días.
Estos anhelos se los explicaba a su madre, Jo Se Fa, que le respondía:
-Querida Ma Jo, esto no es más que una premonición y algún día estos sueños que a mí no se me cumplieron, se te harán realidad.
La familia, compuesta de otros dos hermanos, una niña y otro chico, después de vivir en una relativa estabilidad, cayó en desgracia. El padre, Klis Ti No, de edad avanzada, perdió el trabajo y pasaron una racha mala. No tenían medios, casi ni para comer.
Algunos vecinos les ayudaron, entre ellos una humilde señora, Do Min Ga, que aunque tenía apenas suficiente para comer, no cejaba y le llevaba algunos víveres para pasar esta racha dura, que muchas familias en aquellas tierras tenían, en más ocasiones de lo deseado.
Tanto sufrieron que tuvieron que inmigrar a la ciudad de Ma Dlig, la capital de aquel imperio. Nada fue fácil, puesto que el que sale de un lugar que conoce y tiene que adaptarse a otras formas de vida sufre. Esta familia luchó mucho y pudo salir adelante, pero no se adaptó a la ciudad palaciega y tuvo que trasladarse a la ciudad capital de partido Tan Lan Kon.
Finalmente allí encontraron la paz que buscaban. El padre, hombre trabajador, honrado y constante consiguió un trabajo en el sector del hielo.
Con mucho esfuerzo consiguió sacar a su familia adelante.
La niña, Ma Jo, seguía soñando, y se le resistía conseguir lo que lo el fin para ser princesa y reinar en el mundo de la fantasía. Por eso, aunque sus padres intentaban enseñarle en camino del sacrifico y del esfuerzo, ella creía a ciencia cierta que ella no había nacido como otra plebeya y debía reinar con todo su esplendor algún día.
Tenía varios amigos, muy parecidos a ella en inquietudes y deseos. Uno se llamaba Ma Nes, que quiere decir El que Nada Sabe, y que más tarde se convirtió en u marido, otro El Hom Ble D L Vala, que quiere decir El que Vive en el Limbo pero cree que se Entera, y Pe Po, que quiere decir El Come Po Yas, que la animaban a seguir por el camino de la petulancia. Hasta el punto de que le reían las gracias en las tabernas, en los foros, en las discusiones del mercado.
Cuando llegaba a su casa a bordo de su palanquín, lo dejaba en la calle de modo que nadie podía pasar por allí. Cuando algún vecino la exhortaba a que apartara ese vehículo para que pasaran sus animales de carga, ella se reía e, incluso, a veces, se molestaba por que no la dejaran aparcar allí su carroza, puesto que si a ella le iba bien, qué importaban los demás.
Los perros, a los que adoraba, y que tenía en su propiedad al menos una decena, no dejaban descansar a los conciudadanos cuando desaparecía de modo regular varios días; tampoco se preocupaba de la limpieza de esta perrera y llegaba el hedor a las casas contigua.
Todo se la traía al fresco. Su moral era superior a la de los demás.
-Por qué me tengo que adaptar a la normas de convivencia de los otros si yo tengo la mía propia, pensaba.
- ¡Que el mundo se adapte a mí!, se decía.
Una noche, cuando se paseaba por la calle, despareció. Nadie sabe cómo.
Alguien dice que convertida en una mujer zorra/fantasma, como muchos supersticiosos chinos pensaban el siglo XVII. Pero desde entonces nadie la ha vuelto a ver.
Sus amigos la añoran.
Pero lo cierto es que desde entonces en esa ciudad todos fueron más felices. Hasta sus parientes más cercanos porque el mundo sólo giraba en torno a ella.
Creo que muchos aprendieron la lección: la arrogancia no va a ninguna parte.
Yo, personalmente, al que le contaron esta misteriosa historia hace ya tiempo, creo que esto es la consecuencia de que no todo vale, que hay que poner medida a las cosas.
Nadie puede creer que el mundo debe girar en torno a uno mismo. Todos somos únicos y nadie es más que nadie. Ninguna moral de alguien es superior a otra, no tiene base científica, o nadie lo ha podido demostrar nunca.
Los Soberanos del Cielo nos enseñan la lección, somos nuestros actos y respondemos de ellos. Hay una fuerza oculta que nos lleva en la dirección que nosotros mismos empujamos.
Soy Pu Songling, nacido y muerto hace tres siglos. Pero mi espíritu vaga por los aires y no tendré descanso hasta que los mortales no aprendan esta lección. Os voy a contar una historia de mis Cuentos de Liao Zhai. Se llama:
LA SOBERBIA
Hace mucho tiempo, en la población de Tles Yun Kos, situada en la lejana provincia de Ku En Ka, vivía una chica que se llamaba Ma Jo, que en castellano quiere decir Fisgona. Era muy hermosa, pero muy engreída. Creía que era la reina de toda la región.
Sus padres, especialmente su padre, muy mayor, se lo reprochaba siempre, pero esta chica hacía caso omiso. Como su madre había estado en la ciudad de Ma Dlig, sirviendo en la casa de unos señores importantes que se codeaban con la gente imperial, le transmitió a su pequeña los aires de grandeza. Ella se afanaba en parecerse a su madre, puesto que en realidad creía que ella había nacido para algo más importante que vivir de una forma vulgar con el resto de mortales. Le decía a su madre:
- ¿Mama, nosotros por qué vimos en un lugar tan lúgubre?
- Hija, no te preocupes, que un día seremos muy importantes y ocuparemos el lugar que nos corresponde en esta ciudad.
Hija y madre tenían una estrecha relación por la que conectaban en aspiraciones, deseos y anhelos.
Los sueños de Ma Jo eran de grandeza. Muchas noches soñaba que era una gran princesa, que se casaba con un príncipe maravilloso y que vivían muy felices el resto de sus días.
Estos anhelos se los explicaba a su madre, Jo Se Fa, que le respondía:
-Querida Ma Jo, esto no es más que una premonición y algún día estos sueños que a mí no se me cumplieron, se te harán realidad.
La familia, compuesta de otros dos hermanos, una niña y otro chico, después de vivir en una relativa estabilidad, cayó en desgracia. El padre, Klis Ti No, de edad avanzada, perdió el trabajo y pasaron una racha mala. No tenían medios, casi ni para comer.
Algunos vecinos les ayudaron, entre ellos una humilde señora, Do Min Ga, que aunque tenía apenas suficiente para comer, no cejaba y le llevaba algunos víveres para pasar esta racha dura, que muchas familias en aquellas tierras tenían, en más ocasiones de lo deseado.
Tanto sufrieron que tuvieron que inmigrar a la ciudad de Ma Dlig, la capital de aquel imperio. Nada fue fácil, puesto que el que sale de un lugar que conoce y tiene que adaptarse a otras formas de vida sufre. Esta familia luchó mucho y pudo salir adelante, pero no se adaptó a la ciudad palaciega y tuvo que trasladarse a la ciudad capital de partido Tan Lan Kon.
Finalmente allí encontraron la paz que buscaban. El padre, hombre trabajador, honrado y constante consiguió un trabajo en el sector del hielo.
Con mucho esfuerzo consiguió sacar a su familia adelante.
La niña, Ma Jo, seguía soñando, y se le resistía conseguir lo que lo el fin para ser princesa y reinar en el mundo de la fantasía. Por eso, aunque sus padres intentaban enseñarle en camino del sacrifico y del esfuerzo, ella creía a ciencia cierta que ella no había nacido como otra plebeya y debía reinar con todo su esplendor algún día.
Tenía varios amigos, muy parecidos a ella en inquietudes y deseos. Uno se llamaba Ma Nes, que quiere decir El que Nada Sabe, y que más tarde se convirtió en u marido, otro El Hom Ble D L Vala, que quiere decir El que Vive en el Limbo pero cree que se Entera, y Pe Po, que quiere decir El Come Po Yas, que la animaban a seguir por el camino de la petulancia. Hasta el punto de que le reían las gracias en las tabernas, en los foros, en las discusiones del mercado.
Cuando llegaba a su casa a bordo de su palanquín, lo dejaba en la calle de modo que nadie podía pasar por allí. Cuando algún vecino la exhortaba a que apartara ese vehículo para que pasaran sus animales de carga, ella se reía e, incluso, a veces, se molestaba por que no la dejaran aparcar allí su carroza, puesto que si a ella le iba bien, qué importaban los demás.
Los perros, a los que adoraba, y que tenía en su propiedad al menos una decena, no dejaban descansar a los conciudadanos cuando desaparecía de modo regular varios días; tampoco se preocupaba de la limpieza de esta perrera y llegaba el hedor a las casas contigua.
Todo se la traía al fresco. Su moral era superior a la de los demás.
-Por qué me tengo que adaptar a la normas de convivencia de los otros si yo tengo la mía propia, pensaba.
- ¡Que el mundo se adapte a mí!, se decía.
Una noche, cuando se paseaba por la calle, despareció. Nadie sabe cómo.
Alguien dice que convertida en una mujer zorra/fantasma, como muchos supersticiosos chinos pensaban el siglo XVII. Pero desde entonces nadie la ha vuelto a ver.
Sus amigos la añoran.
Pero lo cierto es que desde entonces en esa ciudad todos fueron más felices. Hasta sus parientes más cercanos porque el mundo sólo giraba en torno a ella.
Creo que muchos aprendieron la lección: la arrogancia no va a ninguna parte.
Yo, personalmente, al que le contaron esta misteriosa historia hace ya tiempo, creo que esto es la consecuencia de que no todo vale, que hay que poner medida a las cosas.
Nadie puede creer que el mundo debe girar en torno a uno mismo. Todos somos únicos y nadie es más que nadie. Ninguna moral de alguien es superior a otra, no tiene base científica, o nadie lo ha podido demostrar nunca.
Los Soberanos del Cielo nos enseñan la lección, somos nuestros actos y respondemos de ellos. Hay una fuerza oculta que nos lleva en la dirección que nosotros mismos empujamos.