Foto de José Manuel H.
La Poda
La poda de
árboles frutales difiere en gran medida del resto de podas que desarrollaremos en el
jardín. El objetivo reside en obtener
frutos de calidad, por lo que se trata de una poda necesaria para evitar que haya muchos frutos pequeños de poca calidad, pero si podamos excesivamente la producción de
fruta puede ser nula. Por ello, hay que buscar el equilibrio entre crecimiento y fructificación.
La poda y guía de frutales se debe realizar desde el momento de la plantación. Formar frutales cuando ya son grandes es un gran esfuerzo y requiere tiempo y herramientas, mientras que un frutal
joven se puede podar y guiar adecuadamente en un momento con unas tijeras de una mano. Debemos fomentar una estructura abierta de ramas que desarrollen a lo ancho, y quitar todas las ramas verticales o chupones, cuya única función es la de quitar vigor al
árbol y, por tanto, a los frutos. La posición de una improductiva rama vertical puede cambiarse guiándola a una posición más horizontal, lo que reducirá su ritmo de crecimiento y fomentará la formación de yemas de
flor y frutos.
Una vez que se ha dado la estructura al joven frutal, hay que podarlo todos los años quitando la madera improductiva, incrementar la luz que llega al resto de ramas y mantenerlo en el tamaño adecuado. La poda anual mantiene la madera fructífera productiva y las plantas sanas y vigorosas. Cuando un frutal empieza a fructificar plenamente el crecimiento se ralentiza y, por tanto, la necesidad de poda también. La respuesta de un árbol a un corte de poda depende de dónde se ha hecho el corte. La poda de frutales y parras se basa en:
• Aclaramientos: El aclareo quita ramas completamente, consiguiendo que el resto de ramas se beneficien de la energía remanente creciendo más vigorosamente.
• Descabezamientos: El descabezamiento nos deja más yemas en cada rama que al crecer crearán una planta más compacta, ramificada y densa.