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VILLAREJO DE FUENTES: El misterio de mis arcanos recuerdos me llevan a deciros...

El misterio de mis arcanos recuerdos me llevan a deciros que desee que aquel hombre fuera el más fiero y admirado de los guerreros que habían de levantar el sitio de Madrid y devolvernos paz y pan.
El boticario, hombre tan menguado y enjuto como temeroso, se atrevió, con cierto desconcierto a preguntarle titubeante.:
- ¿Que desea.... digo.... que quieres camarada?
Percibí por primer vez la voz del hombre, hablaba un castellano con fuerte acento extranjero, su voz fluía en tono grave y pastoso, me lo imaginé un idealista llegado de un muy lejano país.
- “Genosse apotheke”,... perdone señor farmacéutico, quiero decir que necesito polvos de sulfamida y vendas limpias para la herida, algunas aspirinas para el dolor y magnesia para el estomago, en estos tiempos el rancho no es bueno ni mi estomago de hierro.
- Haber tu - digiriéndose a mí el enjuto boticario - abre la caja de vendas rusas que nos han envidado y trae seis de las estrechas, mira que el envase no este roto.
Seguidamente se adentró a la trastienda de su botica y descolgó de los estantes dos redomas, sacó de una de ellas unos polvos blancos que pesó en una minúscula balanza, y envolvió en papel de estraza gris, con la otra realizó igual maniobra, repuso en su estante los frascos y de un cajón extrajo una pequeña caja medio llena de blancas pastillas, contó diez e igualmente las envolvió.
- Mire Vd., digo.... mira camarada, te puedo dar las seis vendas, gracias que nos han llegado a través del Socorro Rojo, 25 gramos de sulfamida, es muy escasa y salvo a combatientes como tu no la podemos dar si no es con receta del comité, de magnesia te doy 100 gramos, esta abunda más, pues hoy hay pocas digestiones copiosas que aliviar, tampoco te puedo garantizar que este en buenas condiciones, si está pasada me la traes y te la cambiaré por otro remedio, ya sabes como están las cosas, de aspirinas te pongo diez, también escasean, si el dolor fuera muy fuerte tu oficial médico puede administrarte láudano, que solo lo tienen en los hospitales militares, las aspirinas son más flojas además como son de la Bayer que ahora es nazi, todo esto son............... una peseta y un real ¡Camarada!
Sacó mi titán su mano del bolsillo derecho acompañada de dos pequeños y grasientos billetes que entregó al farmacéutico y que este recogió prontamente.
- Las vueltas se las, digo te las doy en vales del Comité Municipal, como sabes no hay calderilla, se necesita para fundir munición.
Sin rechistar, el guerrero guardó en su bolsillo derecho los vales, y las medicinas compradas las repartió entre los bolsillos de su guerrera, me percaté entonces que su mano izquierda la llevaba vendada con una tela muy sucia con costrones negros denunciando que la sangre había manado por ella abundantemente, efectivamente estaba herido.
Durante unos segundos, el hombretón se quedó quieto y pensativo mirando al pusilánime atriarquero, y esta vez de nuevo con tímida humildad le espetó casi reverencialmente.:
- Camarada señor farmacéutico ¿Tiene Vd. medicina para “taube”, perdone para paloma?
- ¿Medicina para un pájaro?... Específicamente no la hay y menos en estos tiempos de suma escasez, según lo que sea puede valer alguno de los pocos remedios que ahora tenemos para personas, es cosa de veterinarios, aunque si me lo explica mejor.
Mi titan trajo de su espalda hasta su pecho el mugriento zurrón, metió sus manos en él y con pulso y cuidado de orfebre extrajo a modo de pelota un montón de hojas de papel de periódicos, los desenvolvió lenta y cuidadosamente, con exquisito mimo, y de entre ellos con gran cuidado cogió entre sus rudas manos una paloma embarrada de color sucio, ceniciento, alicaída de cuello y alas, casi con reverencia de consagración la depositó sobre el mostrador y solo dijo:
- ¡Está herida!. ¡Por favor, cúrela!.
No era una exigencia, ni una orden, era una súplica.
Mi patrón con un incipiente temblor de terror se atrevió a examinar nerviosamente el ave, extendió sus alas y observó sus finas patas. Seguidamente, tragando saliva, diagnosticó:
- Tiene una pata rota y una herida en un ala, casi junto al tronco, yo la veo muy mal, pero que muy mal......
- Por favor, cúrela, se lo ruego, me han herido en el frente y el comisario me ha dado cinco días de convalecencia, mañana temprano tengo que volver a mi unidad, yo le dejo el pájaro, Vd. me lo cura y le pago todo lo que quiera, pero por favor sánela, vendré a por ella en el primer permiso y le prometo que le pagaré lo que me pida, y si ahora quiere también le pago por adelantado. Es algo muy personal, ya les contaré lo que para mí significa, dicho todo esto en un tono de conmovedora humildad.
Ante tan vehementes ruegos del aguerrido hombretón, el cada vez más apocado farmacéutico, balbuceó:
- Bueno veré que puedo hacer, no soy veterinario, tengo pocos remedios, el animalillo esta muy mal, veré que puede hacer, no sé......
- Gracias, muchas gracias - Dicho esto ultimo, cuando con paso pausado el soldado daba media vuelta, traspasando la mugrienta cristalera e iniciando de nuevo su andadura por la calle por donde llegó.
Yo le seguí con la vista hasta que le perdí en la oscuridad entre la llovizna y el frío.
- ¡Vaya la que nos ha caído! ¡Menudo energúmeno es ese como para mandarlo a paseo!. Gritó con aspavientos mi aterrado boticario.
- A ver, tú, encuentra una caja de cartón por ahí y hazle un nido con papeles al bicho, yo le pondré tintura de yodo en la herida del ala y le sujetará la pata rota con algún palitroque y esparadrapo y hago de más, con la de gente que cae todos los días y este chiflado se preocupa de un pájaro que mejor estaría en una olla.
La paloma, por agnóstico milagro, sobrevivió, se salvó de sus heridas y de acabar en algún vacío puchero, y pese a estar más alimentada por la tintura de yodo con que se la embadurnaba, que por las pocas, poquísimas migas que podían llegar a su pico, que jamás le llenaron el buche, compitió pacifica y pasivamente, como un madrileño mas, por el sustento de cada día.
Pasadas unas semanas el animalillo mejoró su aspecto, curó la herida de su ala y el quebrantamiento de una de sus patas se resolvió quedando una más larga que otra, pero pudiendo andar con ostensible cojera, su plumaje recobró bastante de su albura original, y pese al poco trabajo que se le proporcionaba a su estómago no impidió que recupera algo de las perdidas carnes con que mejores tiempos la adornaron y............
- ¡Pues si el gorila aquel no viene, el día menos pensado se la trincha en un cocido, pues para eso estamos.........!. decía repetidamente el boticario cada vez que pasaba junto a la caja-nido, y eso que no sabia que de vez en cuando alguna lenteja despistada y alguna miga humanamente reciclable dejaba caer a escondidas junto al pico del ave.
Una mañana, ya primaveral, cuando el Sol solo podía reflejarse sobre los cristales de la puerta, ya que sus rayos eran incapaces de traspasar la acumulada mugre, apareció el soldado, mi titan, poco había modificado su aspecto, quizá ahora su rictus reflejaba menos abatimiento, la luz y el calorcillo solar le daban apariencia menos trágica, por lo demás, ropaje, armas colgando y aspecto grave y sereno no habían cambiado y su aureola yo la percibí más brillante, posiblemente por mi imaginación y por el efecto óptico de la luz que pasaba a través de los pringados cristales que le iluminaban por la espalda.