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VILLAREJO DE FUENTES: decir al titán........ señor “apotheker”, ¡mi “taube”!,...

decir al titán........ señor “apotheker”, ¡mi “taube”!, ¡el zurrón!.........., un estertor anunció el fin de su dolor.
Las manos de quien había escuchado las ultimas palabras del desconocido batallador cerraron sus párpados, realizó una mirada rápida a su alrededor y no encontró nada apropiado con que cubrir púdicamente el cuerpo inerte, con un gesto rápido se despojo de su blanca bata y con la misma tapó el sereno rostro del brigasdista.
Acto seguido, el boticario, curioso y conmovido recogió el zurrón y lo abrió, en cuyo momento, entre sus manos, con un enérgico aletear salió de él la blanca paloma que tan malhumoradamente cuidó un día, ascendió esta sobre la explanada del dolor, se alejó rápidamente en vuelo sobre los campos adyacentes y regreso en breves momentos, se aproximó de nuevo al triste lugar del que había acabado de salir, localizó el zurrón y su nido, y comenzó a dar vueltas en cerrados círculos sobre el cuerpo del guerrero caído.
El boticario quedo absorto en la contemplación del animal y sintió, el solo, solamente él, que a su alrededor se hizo el más sepulcral silencio, dejó de oír los lamentos de los amontonados heridos, los gritos y ruidos de enfermeros y coches en tan dolorosos transportes, que iban y venían desesperadamente de un lado a otro, silencio absoluto, silencio inexplicable que permitía que solo llegara a sus oídos el aletear de la paloma.
Desde algún lugar del campo de batalla, tan lejano como para que su efecto letal fuera imposible que alcanzara el patio del hospital, retumbó el trueno salvaje de un obús.
Y la paloma, como si aquel eco, símbolo acústico de destrucción y muerte fuera una señal de un ignoto más allá, dejó súbitamente de aletear, notó entonces el boticario que en su pico portaba un pequeño, muy pequeño objeto que no identificaba, y que la paloma soltó al instante mismo en que su aleteo cesó.
Inició el ave su caída al suelo en irregular verticalidad yendo a posar su cuerpo abatido sobre el propio pecho, jardín de rosas rojas de su compañero muerto, cuyos pétalos sangrientos ya traspasaban la piadosa bata blanca de su sudario, paloma y guerrero se volvieron a unir sobre el embarrado suelo del patio del hospital. Dos vidas nacidas para el ideal de la libertad se unieron en su derrota, ni el guerrero pudo contarnos su historia, ni la paloma remontar el vuelo.
Algo emocionado, el farmacéutico sintió, sin motivos razonables, una imperiosa necesidad de saber que portaba la paloma cuando se abatió, siguió la caída del objeto, más lenta que la del ave, y vio que la gravedad lo llevó hasta un charco de sangre aún fresca de los muchos heridos que continuamente llegaban, se acercó y comprobó que no era otra cosa que una diminuta ramilla de olivo, la miró pensativo durante unos minutos y dejó que el charco de sangre que la empapaba la absorbiera en su coagulación
No pasó mucho rato hasta que llegaron los del mortuorio, unos retiraron el cuerpo del luchador, sin que nunca se supiera quien fue y donde reposan sus restos y otros con arena cubrieran el charco de sangre ya coagulada con la ramita de olivo.
Todo lo que he relatado y no presencié personalmente me lo contó, pasado el tiempo, el boticario, o lo soñé, no lo sé, y en verdad sigo sin saber si todo esto es una historia, o una visión, o puede ser que solo sea un relato imaginado, más vale que lo toméis como tal, al fin de cuentas una paloma es un pájaro más de los muchos que cada día cobra el cazador y los campos españoles siguen llenos de olivos, pero faltos de los ideales de mi titán, este y miles como el si fueron realidad, pero no os entristezcáis, todo es el relato de un cuento, tomarlo como tal.


FIN
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Hola Eduardo;

Acabo de leer tu cuento, que bonito y que tierno a pesar del entorno de espanto en el que se desarrolla. Nunca leí en ningún libro la descripción de una muerte tan hermosa, si es hasta poética. Copio textualmente tu frase “una rosa de sangre florecía con crecientes pétalos sobre el centro de su pecho” y esta otra que la complementa. “Inició el ave su caída al suelo en irregular verticalidad yendo a posar su cuerpo abatido sobre el propio pecho, jardín de rosas rojas de su compañero ... (ver texto completo)
Un abrazo Eduardo.
Le he echado un vistazo a tu relato y me ha parecido que lo debo leer mas tranquilamente, así que con tu permiso lo copiaré y lo transformaré en un archivo EPUB y lo pasaré aun lector de libros y lo leeré tranquilamente. Así mismo podré inaugurar un apartado de ESCRITORES AMIGOS ¡que categoría! y lo guardaré, te animo a seguir mandando mas historias para nuestro propio deleite.

Espero que Kastefa mande algo, pues me consta que tiene cosas guardadas solo para el.
It's your ... (ver texto completo)