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VILLAREJO DE FUENTES: 43...

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-No es difícil, sale usted a la calle, se va a su izquierda y verá otra calle más ancha que por el centro pasan los tranvías, uno para un lado y otro para otro, cruza usted esta calle y sigue por una  muy corta que desemboca en una gran avenida, que es una calle muy ancha con jardines en el centro, se va por su derecha y continua, unas, a ver, una, dos, tres, cuatro, cinco manzanas, eso unas cinco manzanas poco mas o menos, y por allí pregunta, es una calle bastante conocida, en la manzana antes de llegar está la comisaría de policía del barrio y hay un guardia en la puerta, a ese mismo le puede preguntar, aunque no suelen contestar con mucha amabilidad que digamos, pero no se perderá - Y cambiando la entonación, terminó -  Oiga y si no encuentra la que busca y quiere ganar dinero, yo tengo una amiga que con la buena figura de usted  y esa cara de no haber roto nunca un plato seguro que le facilita buenas relaciones ¿Me entiende, verdad?
No comprendió del todo, pero algo turbio intuyó Apolonia en las ultimas palabras de la hospedadora, siguió no obstante sus indicaciones, anduvo agarrotada por el temor que le causaba la algarabía y el ajetreo de coches, tranvías, viandantes, cruces de calles. Cuando comenzaba a angustiarse por el temor a hallarse perdida divisó a un guardia de pie en la puerta de una planta baja, sobre la que había un letrero pintado sobre los colores de la bandera nacional “Comisaría de Policía”, recobró los ánimos y aceleró el paso para allegarse hasta el guardia.
-Buenos días señor guardia, ¿Me podría usted decir donde está la calle Calixto III? Es que no soy de aquí  ¿Sabe?
  -Por esta acera la próxima esquina a la izquierda y despeje que esto no es la oficina de información municipal.
-Gracias señor guardia, muchas gracias.
No hubo más conversación.
Anduvo hasta la esquina indicada y efectivamente sobre unos azulejos blancos, encuadrado en una orla azul había una inscripción con letras de este color “Calle CALIXTO III - Papa”, Apolonia notó un vuelco en su corazón que empezó a latir con mas fuerza, y esta fuerza le repartía la sangre bombeada por todo su cuerpo, sintió en ese momento que la luz era más blanca, el cielo mas azul, la ciudad mas acogedora, la gente sonreía, el ruido era musical, todo cambió súbitamente de gris  a rosa. Buscó Apolonia los números de las casas, le costó un poco pero por fin los localizó, la calle comenzaba allí y ella tenia que ir hasta el número treinta y seis, no era demasiado, recorrió apresuradamente el tramo que le faltaba y fatigada llegó hasta la finca deseada, buscó algo, no lo vio de inmediato y de nuevo comenzó a sentir temor, se puso nerviosa, pero ¿Como sé que es aquí?, al final descubrió en el dintel de una puerta una pequeña placa de aluminio con la inscripción “Editorial Valenciana”. Había llegado, pero ahora,  ¿Qué?
Momentáneamente desconcertada Apolonia se apoyó en la pared, junto a la puerta del lugar que tan ansiosamente había buscado e intentó reordenar sus ideas, ¡La nota decía todos los días a la siete! ¿Las siete de la mañana?, ¿Las siete de la tarde?, ¿Cuánto tiempo falta?. Ahora es mediodía, si es a la siete de la tarde  por lo menos faltan de cinco a seis horas, ¿Qué hago yo aquí y con esta pinta?. ¿Qué pensará la gente de por aquí o la de paso?. ¿Me tomarán por esas malas mujeres que dicen andan en las capitales por las esquinas? ¡Dios mío que he hecho! ¡Señor no me castigues!. ¡Juro que si he cometido un error me meto monja!
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Una, dos, tres, cuatro, sonando la hora septima, Apolonia vio a lo lejos una figura que le provocó un vuelco en el corazón....... será..... será........, la figura se fue aproximando y cuando se encontraba a veinte pasos, Apolonia dejó caer su modesto bagaje y  dando un acelerón felino se abalanzó en una carrera alocada hacia quien hacia ella llegaba, y desesperadamente la abrazó.
Con un desgarro inhumano, saliendo más del corazón que de la garganta, el aire transportó un grito de mujer que oyó  atónito todo el vecindario. ¡ANDRES!... ¡ANDRÉS!
- Apolonia! mi ¡Apolonia!, al fin juntos de nuevo, ¡Quien maldijo nuestro infantil sueño separándonos tan cruelmente!.  
Aquella pequeña semilla que sembraron dos niños eclosionó en un fuerte y robusto árbol de profundas raíces, cuya copiosa copa se desplegaba florida, derrochando olorosos frutos
Y dicen los que les conocieron bien, que el resto de su vida vivieron felices, e incluso hay quien asegura que Andrés vistió sotana y volvió a pastorear almas en Villarejo, sin que los treinta y tres ojales le hicieran renunciar al amor de su Apolonia.
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Aunque esto es un folletín, también pasa por ser cuento, y los cuentos ya se sabe, casi siempre terminan gozosos casando al príncipe con la pastorcilla, y a más y mayores en el epilogo os dejo rastro y señal de quienes os he hablado.
F I N
EPILOGO
  Cualquier semejanza de esta historieta con la realidad es pura coincidencia.:
Salvo que Andrés existió y vistió de por vida bata de treinta y tres ojales. Y además casualmente fue tío-abuelo mío, aunque personalmente no lo conocí.
Por supuesto la dulce Apolonia también existió, y siendo yo niño y ella anciana la conocí y me colmó de ternura prodigando el cariño y afecto que se guardan para los de la misma sangre, siempre la he recordado con devoción.
  Sé que Andrés y Apolonia se quisieron tanto como digo en este cuento y por supuesto, su vida en común  fue menos novelesca.
También he sabido que Andrés fue más hombre-hombre, vigoroso, varonil y cabal  que cura de incienso y rosario de beaterio. Y que pasó por este mundo mirando más a la tierra y a las necesidades del vecino que buscando el paraíso en el azul del cielo.
IN MEMORIAM DE ANDRES Y APOLONIA