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VILLAREJO DE FUENTES: 41...

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puerta de la calle. Se encaminó hacia la salida del coche, y en los pocos minutos que anduvo hasta el fue pensando el comentario que haría cuando algún vecino al verla sola le preguntara el motivo del viaje. ¿Qué diría?, encontró la solución.    - ¡Cosas de médicos, esta misma tarde vuelvo!, - con este argumento la gente no le indagaría mas, aunque cada cual compondría  su propia versión. ¿Y si hoy viaja el médico del pueblo? ¡Qe el cielo no lo quiera!
A la hora prevista y tras los saludos y comentarios de rigor el coche con apenas cuatro  vecinos, tres varones y ella, inició su marcha, Apolonia para evitar la curiosidad se había sentado discretamente en la ultima fila, en donde por la oscuridad de la noche y la falta de iluminación interior del vehículo pasaba mas  desapercibida.
Concluyó el periplo sin incidentes y una vez hubo descendido el pasaje, Apolonia siguió con la vista como se perdían por las calles de Cuenca  los tres vecinos, cerciorada de que nadie que la conociera se encontraba en su cercanía, se dirigió a un empleado de la cochera y le preguntó
- ¿Por favor? Me podría indicar donde sale el coche que va a Valencia.
  -Siga esta calle hasta que se termina y desemboca en otra calle más ancha, enfrente verá un cine, tuerza a la derecha por esa calle más ancha y siga por ella como medio kilómetro, allí hay un garaje que pone “Alsina”, desde ahí sale.
No tuvo dificultad Apolonia en llegar al garaje, una vez en la sala de espera miró a su alrededor y observó un minúsculo ventanuco abierto con dos personas delante, imaginó que debía ser el sitio donde le venderían el billete del viaje que necesitaba, se aproximó, en unos minutos se encaró a través de la ventanilla con el hombre que atendía la venta de pasajes.
-Buenos días ¿Para ir a Valencia?
  -A las dos y media saldrá un coche. Es el ultimo del día, hasta mañana  ya no hay otro.
  -Entonces ¿Puedo salir hoy?
-Si le interesa y saca el billete seguro que sí, ¡Vamos si Dios quiere!.
-Pues un billete a Valencia.
-Son doce pesetas.
  -Y ahora donde tengo que esperar, faltan más de dos horas.
  -Aquí en la sala de espera hay bancos para sentarse, cuando el coche esté preparado avisaran.
  -Gracias
-A mandar buena mujer.
Después de unas cuatro horas de viaje llegó a Valencia
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Al bajar del coche se percató Apolonia de que ya era anochecida, que la oscuridad pronto lo envolvería todo, que no tenía ni alojamiento ni sabía como llegar a su destino final y no conocía a nadie en esta ciudad, ni había previsto donde pasar la noche, le aterrorizó el pensar que tenia que estar vagando hasta la mañana siguiente, no por la incomodidad o cansancio, si no por los riesgos de que fuera victima de algún asalto, había escuchado muchas historias de mujeres perdidas en la ciudad, dudó durante unos minutos en realizar preguntas, finalmente se decidió.
  Se dirigió a al cobrador del coche que estaba terminando de entregar los equipajes.
  -Oiga por favor, hasta mañana no localizaré a mi familia y ahora que pienso no sé dónde puedo pasar la noche. ¿Conoce usted alguna posada cerca que sea barata? y que sea decente, voy sola y nunca he estado en una capital. ¡Se cuentan tantas cosas malas!.
  -Aquí al lado en la calle Matemático Marzal, hay una que dicen esta aseada y no se dice nada malo de ella, el barrio es sano y dormir solo cuesta unas diez pesetas por persona. Vamos es lo que a mí me han dicho.
  -No llevo mucho dinero pero si es como usted dice me quedaré y le quedo muy agradecida por su información.
  -De nada paisana, y que todo le vaya bien y hasta el próximo viaje.
  La pensión efectivamente se encontraba a solo dos manzanas y la localizó sin dificultad identificándola, tal como le habían señalado, por una placa dorada en la puerta que ponía “Pensión Estrella – Habitaciones para viajeros”
  No reparó Apolonia ni en el diminuto tamaño de la pieza que la adjudicaron, ni en su falta de ventilación, ni en lamentable estado de las paredes y mobiliario, ni en la única y paupérrima bombilla que lo iluminaba,  ni en el olor a humedad, ni en la poco cuidada limpieza, ni el aspecto de ropa sobada de las sabanas. Tan pronto pagó las diez pesetas y le asignaron el sitio dejó el fardo y se echó vestida sobre la cama, dejo encendida la ínfima luz eléctrica y se notó cansada, muy cansada, no había realizado trabajo alguno durante todo el día, pero la angustia de la decisión que había tomado aquella madrugada le agotaba,  por su castigada  imaginación empezó un desfile de situaciones, unas felices, otras penosas. ¿Alcanzaría el destino que buscaba?  ¿Qué haría Manuel? Si todo sale mal ¿Cómo vuelve al pueblo? ¡Deshonrada para toda la vida!, pero ¿Por qué tiene que salir mal?, ¿Por qué tiene que salir mal?, ¿Por qué tiene que salir mal?............
Se durmió
Sobre las diez de la mañana siguiente se despertó sobresaltada, durante unos segundos no tenia noción del tiempo que había pasado, ni del sitio donde se encontraba, se repuso rápidamente, a falta de lavabo y elementos de aseo se limitó a restregarse el rostro con las manos y ordenar su cabello, salió de la habitación y a la encargada le dijo que se marchaba y le pidió por favor que le indicara que tenia que hacer para llegar a la calle Calixto III.
-Aquí en la calle de al lado pasa el tranvía diez lo coge y unas tres paradas........
  -Yo no se como funciona eso de los tranvías – Le interrumpió Apolonia -  Dígame por favor como puedo ir andando.