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VILLAREJO DE FUENTES: 39...

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Y también en la casa de Apolonia se recibió por correo un elegante sobre color crema de formato ministro, echo con grueso papel-tela, escrito cuidadosamente a máquina la destinataria y domicilio, sin indicar remitente, en su interior un tarjetón similar a los que se utilizan para comunicar bodas, y en el mismo la siguiente nota impresa.: DONDE ROBERTO ALCAZAR Y EL GUERRERO DEL ANTIFAZ, CUALQUIER DIA A LAS SIETE.
La lectura de tan extraño mensaje origina en Apolonia una gran confusión, lee y relee tan corta misiva, mira el tarjetón del derecho y del revés, escudriña en el sobre al que arranca su forro interior y no encuentra explicación, intenta conocer la procedencia, no hay rastro alguno, incluso el matasellos está borroso, su confusión va en aumento y le aguijonea cada vez más la necesidad de desentrañar el misterio que encierra aquella cartulina, poco a poco empieza a elucubrar hipótesis, hay una que le chispea y poco a poco va creciendo cual una ensoñación, queda pensativa y como una orden eléctrica, se pone en marcha, se asea y viste para salir de casa, y lo hace dirigiéndose a la de sus padres.
- Madre, ¿Sabes donde están los viejos libros y revistas infantiles que tenia de pequeña?.
- Siguen en una caja en tu antiguo cuarto de soltera. ¿A ver cuando te los llevas o los tiras?
- Los necesito ver ahora, madre.
Rebusca y encuentra la caja y dentro un ingente montón de catones, enciclopedias escolares, catecismos, papeles de colores y de contenidos diversos, hasta que llega aquello que con tanta avidez había ido a buscar. Las historietas ilustradas, los tebeos, aquellos entretenimientos que de niña compartía con Andrés, y que tantas veces les hizo acercarse juntos al cobrador de La Rápida para que se los trajeran de Cuenca, va pasando uno a uno todos los que encuentra hasta que se detiene en aquel que se titulo “Roberto Alcázar y Pedrín”, con avidez busca entre las pocas hojas de la publicación´ hasta que encuentra aquella que contiene el pie de editorial, y la lee ávidamente “Editorial Valenciana Calle Calixto III nº 36 Valencia”, aparta el cuadernillo y sigue rebuscando hasta que en sus manos llega otro con el titulo “El Guerrero del Antifaz”, busca lo mismo que en el anterior y encuentra que coinciden los datos. No sabe si es una realidad o un sueño, durante unos minutos compara constantemente las reseñas de la editorial de ambas publicaciones. Arranca las hojas que contienen esta información, las pliega cuidadosamente y se las guarda en el sujetador. Recoge cuanto había sacado de la caja y lo vuelve a colocar en ella, dejando el continente en el mismo sitio que estaba, una vez hubo terminado se despide de su madre apresuradamente y vuelve con paso presto a su casa.
Con los latidos de su corazón desbocados Apolonia se siente junto a la mesa de la cocinilla, saca los papeles y vuelve a releerlos otra vez, entre lectura y lectura su pensamiento vuela, compone mil y una situaciones, pasa silenciosamente de la alegría más desbocada al mas negro pesimismo.
Pasados unos pocos días, una noche mientra cenan, Manolo le dice:
- Mañana tengo que madrugar, a las cinco he quedado con El Murciano para ir con su camión a Tarancón a recoger seis cilindros de molturación que han enviado en tren desde Bilbao

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- ¿Te preparo algo?
  -No, comeremos cualquier cosa por ahí, si todo sale bien estaremos aquí por la tarde.
A la mañana siguiente el despertador atronó a las cuatro y media, el se levanto de inmediato diciéndole a su mujer.
  -No te levantes, sigue en la cama es aún noche cerrada, desayunaré lo que encuentre en la alacena.
-Hay leche hervida, pero estará fría, y arrope.. ¿Te hago café?
-No dejalo, con un poco de arrope y pan está bien, tomaré café con El Moreno en alguna posada del camino que esté abierta.
  -Buen viaje, ten cuidado.
-Hasta la tarde.
Tan pronto Manuel traspasó la cancela de la casa,  Apolonia se levantó de la cama de un salto, se aseó apresuradamente y se enfundó un sencillo vestido de calle. Con el interior de la casa a oscuras, entreabrió contraventana y ventana que daba a la calle y orientó su oído en dirección a la no muy lejana casa de El Murciano, al poco rato oyó el ruido de su camión, durante un poco de tiempo solo escuchó el leve  ronroneo del motor en marcha sin andar, al poco le llegó el ruido de los acelerones de que se encontraba ya caminando por la suave cuesta en busca de la carretera de Almonacid, se mantuvo a la escucha hasta que se perdió el ruido en la lejanía. En ese momento inició una frenética actividad, escogió de su modesto armario ropa y utensilios diversos que fue ordenando en un ato que compuso con un gran lienzo, lo aseguró anudando sus puntas, acabó de acicalarse dentro de la mayor sencillez, nada de afeites, ni pinturas, el pelo liso y recogido con un pañuelo gris cubriéndolo y sujeto a la barbilla por un nudo. Busco pluma y papel y sobre la mesa de la cocinilla dejó escrito el siguiente mensaje.
  Manuel: Eres un buen hombre, no quiero hacerte daño pero he tenido que marcharme, por favor ni me sigas ni me busques, son cosas que a veces pasan y de las que tu no tienes la culpa, pero son así, espero que si lo que hoy hago te produce dolor el tiempo lo cure, y ojalá algún día pueda contártelo todo, hasta hoy te he sido fiel y pase lo que pase te guardaré buen recuerdo, pero la vida encierra muchos misterios, si me has querido un poco te suplico que en recuerdo de ese cariño me olvides, de todo esto tu no tienes la culpa, al final tan victima eres tu como yo.
Apolonia.
 
Miró el reloj de pared del comedor y vio que eran las seis de la madrugada, hasta las seis y media no salía La Rápida para Cuenca, desde su casa hasta la terminal del coche apenas había cinco minutos de andada, se sentó y esperó nerviosamente contando el tiempo minuto a minuto, cuando fueron las seis y cuarto se levantó, cogió el fardel, salió de la casa y la cerró, bajo la aldaba dejó una nota que simplemente decía, “La llave está en el sitio de costumbre”, y este sitio era tras las persiana de la ventana mas próxima a la