37
Manuel mientras tanto, desde un rincón, callado y casi igual de azorado que ella, azotado por el ansia, solo decía de vez en cuando, entre cortadamente, ….. “vamos mujer … vamos”
Apolonia se enfunda un albo camisón adornado con piezas de laborioso encaje, que le cubre todo su cuerpo, con rapidez se mete bajo la ropa de la cama, tapándose hasta los ojos y volviendo la cara hacia el lado contrario a donde se encontraba Manuel, al percatarse éste también se acuesta, mas no se tapa, al contrario, intenta levantar la ropa de cama que envolvía a su esposa, a lo que ella se resiste aferrada al borde superior de la sabana y cubrecama, este leve forcejeo duró solo unos instantes, los necesarios para reordenar ambos sus pensamientos, ella se percata que no puede oponerse a lo inevitable, es la victima propiciatoria, está así escrito, él reflexiona de que tiene que contener sus instintos, en cierto modo se da cuenta y comprende la inhibición de Apolonia. Para si mismo hace promesa Manuel de ganar y gozar del cuerpo de su mujer renunciando a la violencia, aunque manteniendo vehementemente insistencias sin cejar en su empeño, dando por imprescindible que allí y en ese tiempo deberán quedar satisfechas sus contenidas ansias y cumplir con le imbuyeron era obligación de varón, otro modo se avergonzaría, su condición de macho quedaría en entredicho.
Lentamente, pretendiendo imprimir suavidad y sosiego, intenta que su mano sea de suave caricia y no de conquista, y la pasea Manuel bajo el camisón de Apolonia recorriendo la piel y curvas de su cuerpo hasta llegar a sus duros seno, toma uno, después el otro, pellizca apaciblemente los pezones, tira hacia sí del cuerpo de Apolonia que queda en posición de cúbito supino, la besa apasionadamente en la boca, en el cuello, en los senos, sus manos ansiosas levantan el níveo camisón, le separa las piernas y ….....
Apolonia no siente nada, ha abandonado toda resistencia, sabe que es inútil, se deja hacer con mansedumbre, ni las caricias, ni los besos, ni los tocamiento en los mas íntimos y recónditos pliegues de su piel hacen que abandone su insensibilidad, acata mansamente los intentos de su esposo, su razón ha asumido el acto, y su impalpable sentimiento, el más profundo, le lleva de nuevo al recuerdo de Andrés, el sacrificio al que ahora esta sometida se inició el día en que alguien, sin pensar en ellos, egoistamente, de forma caprichosa dividió la senda que había comenzado a recorrer con Andrés.
No lanza exclamación alguna al sentir en sus entrañas la penetración de la virilidad de Manuel, ni el aire escucha gemido alguno ante el punzante dolor de la inmolación de u virginidad. El cuerpo de Manuel la aplasta y ella mira hacia un lado perdiendo la vista en la penumbras de la habitación, sin sentir nada, sin desear nada, el sacrificio se ha consumado. En el Parnaso hay Dioses que ríen y hay Dioses que lloran.
--ooOOoo--
La boda, como todas las bodas del pueblo, fue posteriormente muy comentada, cada uno habló lo que quiso, cada uno la vio de una forma, para unos esplendida, para otros pobretona, hubo quien aseguró que hacían magnifica pareja, otros dudaban que se llevaran bien, en la ermita la ceremonia fue, pesada, normal, pasadilla, magnifica, exuberante, y así …....
Por el pueblo hubo unos mozalbetes que aseguraron que por las eras que daban a la carretera de Montalbo vieron mecido por el viento solano, volar un enorme cuervo de dimensiones gigantescas.,
38
Otros gañanes dijeron que por los mismos pagos vieron una cosa negra que se arremolinó y en un encalmado cayó al suelo y resulto ser un gran trapo negro con forma de guardapolvo con treinta y tres botones.
Un aguador contó que no sabia si había sido en suelo o realidad, pero que volviendo del pozo de agua “duz”, cargada su acémila con cuatro cantaros se encontró con don Andrés y que al darles las buenas tardes, se le acercó y le dijo
- Buenas tardes buen hombre ¿Me hace usted un favor?
- Usted dirá Don Andrés
- ¿Cuanto vale en la tienda de Tomás una buena boina nueva?
- Pues la ultima que me merqué, hace sus buenos meses, me salió por un duro.
- El favor que le pido es que me venda usted la boina que lleva ahora y yo le doy por ella dos duros y mañana se compra una nueva. ¿Me hace usted este favor?, y además esto que parece tan raro en el fondo es una obra de caridad que hace usted, ya verá como con el tiempo lo sabrá.
- Pues yo don Andrés no lo hago por los dos duros, que me suena a raro, aunque dicho por usted que es el señor cura no creo que sea nada malo ¿Verdad?
Y terminó el buen aguador asegurando que si fue sueño lo fue muy raro, ya que a casa llego sin boina y su cabeza no tenia quebranto, por lo que no pudo ser que canto o coz se la arrebatara, de los dos duros recibidos no tenia mucha confianza por que se quedaron mezclados con la recaudación de aquel día, aunque si notó crecida la cobranza, pero como de cuentas no andaba muy espabilado y de memoria algo flojo, bien pudo ser tal como lo creía, o pudiera no haber sido.
Y del posadero de Montalbo también llegó noticia curiosa de que tal día como el de la boda de Manuel y Apolonia, vio al cura Andrés, sin ropaje talar, cubierto su cogote y por endem la tonsura, con boina parda de talla menguada, así como hablar con los camioneros que en ruta por la Nacional III hacia Valencia paraban para apaciguar sed o aliviar necesidades contrarias, y creyó que les decía algo así como...
- Señor tengo premura en llegar a Valencia y le pido como un favor muy especial que vea si puede llevarme en su camión, me da igual en la cabina o entre la carga, y como sé que es una molestia no tengo inconveniente alguno, es más lo hago con el mayor agrado, en pagarle una cantidad generosamente razonable.
Y que Don Andrés no debió de tardar mucho en encontrar porteador pues enseguida desapareció de allí, aunque no pudo ver hacia donde ni con quien marchó.
--ooOOoo--
Y fue pasando el tiempo, y en casa de los padres de Andrés se fueron recibiendo regularmente cartas sin remitente, en donde con la firma de “vuestro hijo” breves epístolas les informaban de que se encontraba bien, que no sufrieran y que pronto volverían a reunirse.
Manuel mientras tanto, desde un rincón, callado y casi igual de azorado que ella, azotado por el ansia, solo decía de vez en cuando, entre cortadamente, ….. “vamos mujer … vamos”
Apolonia se enfunda un albo camisón adornado con piezas de laborioso encaje, que le cubre todo su cuerpo, con rapidez se mete bajo la ropa de la cama, tapándose hasta los ojos y volviendo la cara hacia el lado contrario a donde se encontraba Manuel, al percatarse éste también se acuesta, mas no se tapa, al contrario, intenta levantar la ropa de cama que envolvía a su esposa, a lo que ella se resiste aferrada al borde superior de la sabana y cubrecama, este leve forcejeo duró solo unos instantes, los necesarios para reordenar ambos sus pensamientos, ella se percata que no puede oponerse a lo inevitable, es la victima propiciatoria, está así escrito, él reflexiona de que tiene que contener sus instintos, en cierto modo se da cuenta y comprende la inhibición de Apolonia. Para si mismo hace promesa Manuel de ganar y gozar del cuerpo de su mujer renunciando a la violencia, aunque manteniendo vehementemente insistencias sin cejar en su empeño, dando por imprescindible que allí y en ese tiempo deberán quedar satisfechas sus contenidas ansias y cumplir con le imbuyeron era obligación de varón, otro modo se avergonzaría, su condición de macho quedaría en entredicho.
Lentamente, pretendiendo imprimir suavidad y sosiego, intenta que su mano sea de suave caricia y no de conquista, y la pasea Manuel bajo el camisón de Apolonia recorriendo la piel y curvas de su cuerpo hasta llegar a sus duros seno, toma uno, después el otro, pellizca apaciblemente los pezones, tira hacia sí del cuerpo de Apolonia que queda en posición de cúbito supino, la besa apasionadamente en la boca, en el cuello, en los senos, sus manos ansiosas levantan el níveo camisón, le separa las piernas y ….....
Apolonia no siente nada, ha abandonado toda resistencia, sabe que es inútil, se deja hacer con mansedumbre, ni las caricias, ni los besos, ni los tocamiento en los mas íntimos y recónditos pliegues de su piel hacen que abandone su insensibilidad, acata mansamente los intentos de su esposo, su razón ha asumido el acto, y su impalpable sentimiento, el más profundo, le lleva de nuevo al recuerdo de Andrés, el sacrificio al que ahora esta sometida se inició el día en que alguien, sin pensar en ellos, egoistamente, de forma caprichosa dividió la senda que había comenzado a recorrer con Andrés.
No lanza exclamación alguna al sentir en sus entrañas la penetración de la virilidad de Manuel, ni el aire escucha gemido alguno ante el punzante dolor de la inmolación de u virginidad. El cuerpo de Manuel la aplasta y ella mira hacia un lado perdiendo la vista en la penumbras de la habitación, sin sentir nada, sin desear nada, el sacrificio se ha consumado. En el Parnaso hay Dioses que ríen y hay Dioses que lloran.
--ooOOoo--
La boda, como todas las bodas del pueblo, fue posteriormente muy comentada, cada uno habló lo que quiso, cada uno la vio de una forma, para unos esplendida, para otros pobretona, hubo quien aseguró que hacían magnifica pareja, otros dudaban que se llevaran bien, en la ermita la ceremonia fue, pesada, normal, pasadilla, magnifica, exuberante, y así …....
Por el pueblo hubo unos mozalbetes que aseguraron que por las eras que daban a la carretera de Montalbo vieron mecido por el viento solano, volar un enorme cuervo de dimensiones gigantescas.,
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Otros gañanes dijeron que por los mismos pagos vieron una cosa negra que se arremolinó y en un encalmado cayó al suelo y resulto ser un gran trapo negro con forma de guardapolvo con treinta y tres botones.
Un aguador contó que no sabia si había sido en suelo o realidad, pero que volviendo del pozo de agua “duz”, cargada su acémila con cuatro cantaros se encontró con don Andrés y que al darles las buenas tardes, se le acercó y le dijo
- Buenas tardes buen hombre ¿Me hace usted un favor?
- Usted dirá Don Andrés
- ¿Cuanto vale en la tienda de Tomás una buena boina nueva?
- Pues la ultima que me merqué, hace sus buenos meses, me salió por un duro.
- El favor que le pido es que me venda usted la boina que lleva ahora y yo le doy por ella dos duros y mañana se compra una nueva. ¿Me hace usted este favor?, y además esto que parece tan raro en el fondo es una obra de caridad que hace usted, ya verá como con el tiempo lo sabrá.
- Pues yo don Andrés no lo hago por los dos duros, que me suena a raro, aunque dicho por usted que es el señor cura no creo que sea nada malo ¿Verdad?
Y terminó el buen aguador asegurando que si fue sueño lo fue muy raro, ya que a casa llego sin boina y su cabeza no tenia quebranto, por lo que no pudo ser que canto o coz se la arrebatara, de los dos duros recibidos no tenia mucha confianza por que se quedaron mezclados con la recaudación de aquel día, aunque si notó crecida la cobranza, pero como de cuentas no andaba muy espabilado y de memoria algo flojo, bien pudo ser tal como lo creía, o pudiera no haber sido.
Y del posadero de Montalbo también llegó noticia curiosa de que tal día como el de la boda de Manuel y Apolonia, vio al cura Andrés, sin ropaje talar, cubierto su cogote y por endem la tonsura, con boina parda de talla menguada, así como hablar con los camioneros que en ruta por la Nacional III hacia Valencia paraban para apaciguar sed o aliviar necesidades contrarias, y creyó que les decía algo así como...
- Señor tengo premura en llegar a Valencia y le pido como un favor muy especial que vea si puede llevarme en su camión, me da igual en la cabina o entre la carga, y como sé que es una molestia no tengo inconveniente alguno, es más lo hago con el mayor agrado, en pagarle una cantidad generosamente razonable.
Y que Don Andrés no debió de tardar mucho en encontrar porteador pues enseguida desapareció de allí, aunque no pudo ver hacia donde ni con quien marchó.
--ooOOoo--
Y fue pasando el tiempo, y en casa de los padres de Andrés se fueron recibiendo regularmente cartas sin remitente, en donde con la firma de “vuestro hijo” breves epístolas les informaban de que se encontraba bien, que no sufrieran y que pronto volverían a reunirse.