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VILLAREJO DE FUENTES: - Le acompaño en su sentimiento Hermana, y aunque le...

- Le acompaño en su sentimiento Hermana, y aunque le parezca mentira yo no lo puedo hacer todo, he sido designado por la G. de Dios jefe de este país y la primera misión que me he encomendado es el barrer la podredumbre de sus instituciones, implantando como norma de conducta la disciplina, y el sometimiento a las jerarquías naturales. Mal uso haría de mi autoridad. Y mal precedente de disciplina sentaría, si caprichosamente o por amiguismo no fuera yo quien respetara todas las instituciones de las que se ha dotado este Estado que tiene que dar a los españoles Patria, Pan y Justicia. Podré lamentar no poder atender el favor solicitado por persona a la que debo aprecio, pero no puedo relegar la sentencia de un tribunal legalmente constituido, como tampoco puedo deponer las justas decisiones tomadas por un Capitán General, cuya moral por su propia formación militar es intachable y con ello también garantía del bien ciudadano. Esta nueva sociedad que está creando el Movimiento Nacional se basa en el principio de que la autoridad deviene y se obtiene por la G. de Dios y por el acatamiento a las leyes, en primer lugar las divinas y en segundo las humanas. Todos desde mi persona hasta el ultimo poblador de este país deben meter en sus cabezas que en nuestro caminar por el Imperio hacia Dios, hemos de ser sin excepción mitad soldados, mitad frailes, en ambos casos acatando sin rechistar la disciplina más férrea y por encima de nuestros sentimientos más débiles.

- No puedo hacer nada Hermana, lo siento.

- Sin embargo – retomó la palabra tras un brevísimo paréntesis – Creo que usted como religiosa pensará al igual que yo, como fiel creyente, que la vida eterna es infinitamente más importante que la vida terrenal, si como usted dice su hermano está en Gracia de Dios, si ha expiado ante el sumo hacedor sus pecados, seria terrible que por crearle inútiles esperanzas esta alma que ahora está bendita cayera en la desesperación y se mancillara. Le repito que yo ni puedo ni debo hacer nada por cambiar las decisiones de quienes han sido designado para ese menester, pero si puedo hacer que no se pierda un alma en la eternidad del infierno y que llegue pura e inmaculada ante el juicio de Dios, así que Hermana, dispongo que mis ayudantes telefoneen de inmediato al Jefe de la Prisión para que tan pronto tenga noticia por el capellán de la misma de que su hermano ha confesado y comulgado se lleve a cabo la sentencia sin más demora, ni espera de formalismos, ni señalamiento de fechas convenientes, olvidándose de cuantos inútiles procedimiento puedan retrasar el acto y salvar así para la vida eterna el alma de su hermano.

- Le reitero mi sentido pésame.

De nuevo un gesto imperceptible de quien habló fue apercibido por su ayudante, que adelantándose dos pasos se acercó al rostro lívido, estupefacto de Sor Nieves y le musitó – Reverenda madre, la audiencia ha terminado, salgan por favor – Seguidamente las dirigió hacia una de las puertas, la abrió y le dijo a las religiosas.

- Salgan por esta puerta, desde aquí les acompañarán a la salida.

Desde la entrada en el palacio solo había hablado Sor Nieves, su acompañante y Superiora del Convento siempre se mantuvo callada y cabizbaja, sin embargo al levantarse ambas de las sillas, con tanto silencio como temblor recorría por sus cuerpos, la Superiora le musitó a Sor Nieves.

- Hermana por Dios tenga templanza, supere esta prueba a que la somete el Señor, nuestras oraciones aun pueden hacer milagros.

Y en contra de los cánones de la Orden, Sor Nieves dando zancadas se adelantó a la Madre Superiora, salió antes que ella, no miró ni hizo caso alguno a lo que le dijo y le indicó el servidor que había en el pasillo preparado para acompañarlas, caminó con paso rápido y dicen, por que de ello aún quedan viejos testigos, guardias de corps, lacayos y oficiales que vieron como una monja de las Hermanas de la Caridad se arrancaba con rabia las tres condecoraciones que llevaba prendidas en su hábito y las arrojaba al suelo, tras ello, rodó por el suelo el rosario junto con el cinto que lo sujetaba a su talle, con sus dos manos, que prontamente se ensangrentaron por las cortaduras del afilado almidonado de los pedazos de tocado que iba destrozando con insólita fuerza, de su cuello arrancó marcando su piel y pisoteando después el manojo de escapularios de cien santos y devociones, unos hechos con humilde y ya mugrienta tela ennegrecida por añadas y falta de jabón, otros pocos, de metales de escaso valor recubiertos de negruzca pátina humana, su bata azulona, la prenda más alejada de las carnes de su cuerpo, la única que podía exhibir, también cayo hecha rasgones y diseminada por los rincones de los impolutos pasillos del palacio.

Al final de un largo pasillo, un oficial de la guardia, vio la escena, y alarmado sacó de su funda la pistola, la amartilló y cuando Sor Nieves en su andar desesperado se le acercó, le apuntó a la cabeza y le ordenó que se arrodillara con las manos en la nuca.

De aquel espantajo con unos efímeros cabellos encrespados, sucios y llenos de trasquilones que hacia decenas de años que por imperativos de votos, juramentos y normas arcaicas no conocían higiene ni cuidado alguno; la cara desencajada en un rictus de dolor, rabia, impotencia, desespero, y con lo que fue vestimenta monjil ajironada, llenó de dudas al oficial, que sin dejar de apuntar a la mujer arrodillada cogió un teléfono y llamó al edecán.

- Señor..... soy el oficial de guardia del pasillo de salida de las audiencias, tengo detenida a una persona que parece una mujer loca o desesperada, bueno en realidad puede que sea o haya venido vestida de monja, ya que por el pasillo ha ido tirando todo su habito e insignias, que hago con ella.

El edecán tardo unos segundos en reaccionar a la llamada del oficial de la guardia, en esos momentos el ujier también le estaba dando cuenta del comportamiento de la monja a la salida de la audiencia, y el mismo había estado presente y guardaba fresca memoria de lo pedido y contestado.

Pasados unos segundos dio contestación a la llamada telefónica

- Mire oficial, le agradezco la llamada, ha sido muy oportuna, perdone la espera pero estaba recibiendo información del mismo asunto de otras personas. Yo le ruego que deje pasar a esa mujer haciendo que sin violencia la acompañen a la puerta y también le ruego a usted de forma muy personal que haga que el servicio recoja lo que ha dejado tirado por los pasillos y se queme. Todo esto ha sido una incidencia menor sin ninguna trascendencia, y otro favor, que este episodio tenga la menor divulgación posible.... incluso le diría que su Excelencia preferiría que ni siquiera diera cuenta ni por escrito ni verbalmente a su superior militar. Por supuesto de todo cuanto le comento asumo la plena responsabilidad sin reserva alguna, gracias de nuevo.

Ya para si mismo, en silencio, el edecán musitó sus pensamientos internos, y se decía.: Al fin de cuentas todo esto ha ocurrido y ocurrirá “POR LA G. DE DIOS”
FIN

ADENDA.- En este nuestro país, durante casi cuarenta años se estuvieron acuñando monedas con la leyenda “CAUDILLO DE ESPAÑA POR LA G. DE DIOS”, hay quienes nos preguntamos si la tal “G. DE DIOS” quería decir POR LA GRACIA DE DIOS, o vista la historia “POR LA GUASA DE DIOS”
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Bueno Eduardo, esta vez si me lo he leído todo de un tirón. Muy bueno, creo que eres un escritor excelente, quizás debías de haber tomado ese rumbo y hoy tendríamos historias-novelas al estilo de Ken Follet; por ejemplo. Saludos.