oratorio, desde una de las puertas que daban acceso a la gran sala, salió un ujier impecablemente vestido con casaca y entorchados y en voz no muy alta, dijo: Por favor la Madre Superiora de las Hermanitas de la Caridad y Hermana Nieves tengan la bondad de seguirme.
Se levantaron las dos religiosas de un salto y al trotecillo humano, trompicándose una con otra, llegaron hasta el conserje. No confirmó el servidor si eran las llamadas, simplemente les indicó.
- Pasen al antedespacho
Era esta una sala de reducido tamaño en donde les esperaba el jefe de protocolo e introductor de audiencias.
- Hermanas, tras esta puerta se encuentra su Excelencia esperándolas, inmediatamente después de traspasarla anden tres pasos de frente, y esperen a que yo la deje cerrada de nuevo, saluden a su Excelencia en silencio con una suave reverencia e inclinación de cabeza, seguidamente su ayudante le anunciará el nombre de ustedes, y si son las personas que espera su Excelencia, se les indicará que se sienten, no deben dirigir la palabra mientras no se les pregunte...... ¿Entendido? Sigan las instrucciones del ayudante de su Excelencia y tan pronto les indique o sugiera que la audiencia ha terminado abandonen inmediatamente el despacho por la puerta que se les señale, tras la misma siempre habrá un ujier o un “guardia de corps” que les acompañará hasta la calle. ¿Lo han entendido bien? ¿Se lo repito?.
- No.. no por favor, creemos que con la ayuda de la Santísima Virgen María lo haremos como usted nos dice y ella nos iluminará y nos sacará del apuro.
El conserje dio dos golpecitos con los nudillos sobre la puerta donde decía se encontraba el despacho del antiguo capitán, esta se abrió inmediatamente desde dentro franqueando el camino a las dos monjas, anduvieron los tres pasos protocolarios hacia el fondo de la nueva sala, quedando momentáneamente cegadas por la fuerte luz de los ventanales que tenían frente a ellas, adivinaron que en medio de dos de las cristaleras había una solemne y monumental mesa de despacho y tras ella la figura menuda y regordeta de aquel que unos veintitrés o veinticuatro años atrás Sor Nieves había conocido de capitán en el hospital de sangre próximo a los combates de El Biutz, a la velocidad del pensamiento pasó por la menta de la religiosa todo lo que aconteció y lo que se habló en aquellos lejanos días.
“”Yo sé que el destino me ha predestinado para altas metas, no tardaré en llegar a General y mucho más a Capitán General, y cuando esto ocurra, y ha de ocurrir, venga a verme y dígame lo que para usted o para la orden necesita””
Las palabras con las que en un tiempo ya lejano se despidió el capitán al abandonar los cuidados que le había prodigado la enfermera Sor Nieves, le retumbaban a esta en su cabeza como un trueno de esperanza, podían ser, debían, tenían que ser el madero providencial que salva al naufrago en el ultimo instante, de otra forma no hubiera apelado a tantos favores y tantas suplicas para obtener la audiencia que estaba a punto de comenzar.
- Excelencia, la Reverenda Madre Superiora del Convento de Valencia de las Hermanitas de la Caridad acompañando a la Hermana Sor Nieves, que es quien desea ser escuchada en audiencia por su Excelencia. – Relató en voz alta el ayudante a su jefe, el cual una vez hubo escuchado la presentación con un casi imperceptible mohín indicó a su ayudante de que aceptaba la presencia de los visitantes y les indicara que se sentaran.
- Hermanas, por favor, tengan la bondad de sentarse en estas sillas, no se levanten de ellas hasta que yo se le indique. – Puntualizó el ayudante
Una vez sentadas, se dejó oír por primera vez la aflautada y aguda voz del inquilino de aquel palacio.
- Si no recuerdo mal usted es la hermanita monja y enfermera que me atendió en....... El Rif.... concretamente en ¿Ceuta?, no, no fue allí... Ah si ya recuerdo en el hospital de primera línea de El Biutz. ¿Muchos años verdad hermana? ¿Y que le ha ocurrido desde entonces?.... ¿Ha sido perseguida o maltratada por los rojos?, aquí casi todas las visitas vienen a quejarse de lo mal que lo pasaron con las hordas rojas y anarquistas, unos piden justicia otros piden recompensas... ¿Sabe usted hermana que por quedarme en su hospital el Ministerio de la Guerra no me concedió la condecoración que me correspondía por haber sido herido gravemente?... ¡Dijeron que como no me evacuaron no podían cerciorarse de la importancia de la herida!...... ¡Burócratas, pervertidos ¡En fin Hermana usted habrá venido para algo, dígame.
En ese momento el ayudante, situado tras el Excelso, realizó un suave guiño con los ojos a la par que una rápida señal con el dedo, indicando que las monjas podían hablarle a su Excelencia.
- Gracias por su amable interés, no he sido molestada por los rojos, toda la guerra la he pasado en zona nacional sirviendo en hospitales del abnegado ejercito nacional y durante un tiempo breve también serví en un hospital de campaña de las fuerzas italianas por Guadalajara. El Glorioso Alzamiento me cogió de permiso con mi familia en Mugardos, de ahí que gracias a la voluntad de Dios no haya sido victima de los desmanes de los enemigos de la religión y he podido servir a los verdaderos hijos de Dios. El motivo principal y único de molestar a su Excelencia es el que apelando a su benevolencia me permito explicarle seguidamente.:
- Tengo un hermano, se llama Elías, tiene ahora 54 años y se encuentra en la cárcel de San Miguel de los Reyes condenado a muerte por un Consejo de Guerra Sumarísimo, habiendo confirmado ya la sentencia el Señor Capitán General de la Tercera Región Militar. Mi hermano, Excelencia no ha cometido más delito que el de ser maestro de escuela, y hallarse ocasionalmente destinado en Cuenca cuando se inició el Alzamiento Nacional, no ha participado en la guerra ni ha sido activista de ningún partido, tan solo estuvo afiliado al Sindicato de Maestros Libres, sin cargo alguno, se le acusa de ateo y de haber colaborado con los rojos por haber repartido entre los niños más necesitados de la escuela el Socorro Rojo. Excelencia mi hermano es tan ferviente católico como yo misma, desde el primer día de su encarcelamiento ha confesado y comulgado tantas veces como el capellán de la cárcel ha oficiado, y sin que nadie le empujara a ello, parece ser Excelencia de que fue denunciado por un gran propietario de tierras por que antes de la guerra no permitió a su hijo ir a la escuela con uniforme y boina de falange, este denunciante después ni se ha presentado en el juicio..., pero si se han presentado mas de cien avales de clérigos tanto de Galicia como de Cuenca a los que mi hermano protegió de la persecución roja, así como de infinidad de personas de orden adictas al Glorioso Movimiento.
- Excelencia.... una palabra vuestra...... se trata de mi hermano. Es ferviente católico y el capellán me dice que está en paz con el Señor, en estado de Gracia...... Exce.....
Un gesto casi imperceptible del Excelso hace que a su vez su ayudante extienda su mano derecha frente a la cara de las monjas y en voz muy baja les conmina.....
- Basta ya, silencio por favor, su Excelencia les habla ahora.
Y el Excelso, inició su perorata con el inconfundible ritmo monocorde de su aflautada voz, acompasada con el subir y bajar de su mano derecha semi-abierta, como el péndulo de un viejo reloj de pesas.
Se levantaron las dos religiosas de un salto y al trotecillo humano, trompicándose una con otra, llegaron hasta el conserje. No confirmó el servidor si eran las llamadas, simplemente les indicó.
- Pasen al antedespacho
Era esta una sala de reducido tamaño en donde les esperaba el jefe de protocolo e introductor de audiencias.
- Hermanas, tras esta puerta se encuentra su Excelencia esperándolas, inmediatamente después de traspasarla anden tres pasos de frente, y esperen a que yo la deje cerrada de nuevo, saluden a su Excelencia en silencio con una suave reverencia e inclinación de cabeza, seguidamente su ayudante le anunciará el nombre de ustedes, y si son las personas que espera su Excelencia, se les indicará que se sienten, no deben dirigir la palabra mientras no se les pregunte...... ¿Entendido? Sigan las instrucciones del ayudante de su Excelencia y tan pronto les indique o sugiera que la audiencia ha terminado abandonen inmediatamente el despacho por la puerta que se les señale, tras la misma siempre habrá un ujier o un “guardia de corps” que les acompañará hasta la calle. ¿Lo han entendido bien? ¿Se lo repito?.
- No.. no por favor, creemos que con la ayuda de la Santísima Virgen María lo haremos como usted nos dice y ella nos iluminará y nos sacará del apuro.
El conserje dio dos golpecitos con los nudillos sobre la puerta donde decía se encontraba el despacho del antiguo capitán, esta se abrió inmediatamente desde dentro franqueando el camino a las dos monjas, anduvieron los tres pasos protocolarios hacia el fondo de la nueva sala, quedando momentáneamente cegadas por la fuerte luz de los ventanales que tenían frente a ellas, adivinaron que en medio de dos de las cristaleras había una solemne y monumental mesa de despacho y tras ella la figura menuda y regordeta de aquel que unos veintitrés o veinticuatro años atrás Sor Nieves había conocido de capitán en el hospital de sangre próximo a los combates de El Biutz, a la velocidad del pensamiento pasó por la menta de la religiosa todo lo que aconteció y lo que se habló en aquellos lejanos días.
“”Yo sé que el destino me ha predestinado para altas metas, no tardaré en llegar a General y mucho más a Capitán General, y cuando esto ocurra, y ha de ocurrir, venga a verme y dígame lo que para usted o para la orden necesita””
Las palabras con las que en un tiempo ya lejano se despidió el capitán al abandonar los cuidados que le había prodigado la enfermera Sor Nieves, le retumbaban a esta en su cabeza como un trueno de esperanza, podían ser, debían, tenían que ser el madero providencial que salva al naufrago en el ultimo instante, de otra forma no hubiera apelado a tantos favores y tantas suplicas para obtener la audiencia que estaba a punto de comenzar.
- Excelencia, la Reverenda Madre Superiora del Convento de Valencia de las Hermanitas de la Caridad acompañando a la Hermana Sor Nieves, que es quien desea ser escuchada en audiencia por su Excelencia. – Relató en voz alta el ayudante a su jefe, el cual una vez hubo escuchado la presentación con un casi imperceptible mohín indicó a su ayudante de que aceptaba la presencia de los visitantes y les indicara que se sentaran.
- Hermanas, por favor, tengan la bondad de sentarse en estas sillas, no se levanten de ellas hasta que yo se le indique. – Puntualizó el ayudante
Una vez sentadas, se dejó oír por primera vez la aflautada y aguda voz del inquilino de aquel palacio.
- Si no recuerdo mal usted es la hermanita monja y enfermera que me atendió en....... El Rif.... concretamente en ¿Ceuta?, no, no fue allí... Ah si ya recuerdo en el hospital de primera línea de El Biutz. ¿Muchos años verdad hermana? ¿Y que le ha ocurrido desde entonces?.... ¿Ha sido perseguida o maltratada por los rojos?, aquí casi todas las visitas vienen a quejarse de lo mal que lo pasaron con las hordas rojas y anarquistas, unos piden justicia otros piden recompensas... ¿Sabe usted hermana que por quedarme en su hospital el Ministerio de la Guerra no me concedió la condecoración que me correspondía por haber sido herido gravemente?... ¡Dijeron que como no me evacuaron no podían cerciorarse de la importancia de la herida!...... ¡Burócratas, pervertidos ¡En fin Hermana usted habrá venido para algo, dígame.
En ese momento el ayudante, situado tras el Excelso, realizó un suave guiño con los ojos a la par que una rápida señal con el dedo, indicando que las monjas podían hablarle a su Excelencia.
- Gracias por su amable interés, no he sido molestada por los rojos, toda la guerra la he pasado en zona nacional sirviendo en hospitales del abnegado ejercito nacional y durante un tiempo breve también serví en un hospital de campaña de las fuerzas italianas por Guadalajara. El Glorioso Alzamiento me cogió de permiso con mi familia en Mugardos, de ahí que gracias a la voluntad de Dios no haya sido victima de los desmanes de los enemigos de la religión y he podido servir a los verdaderos hijos de Dios. El motivo principal y único de molestar a su Excelencia es el que apelando a su benevolencia me permito explicarle seguidamente.:
- Tengo un hermano, se llama Elías, tiene ahora 54 años y se encuentra en la cárcel de San Miguel de los Reyes condenado a muerte por un Consejo de Guerra Sumarísimo, habiendo confirmado ya la sentencia el Señor Capitán General de la Tercera Región Militar. Mi hermano, Excelencia no ha cometido más delito que el de ser maestro de escuela, y hallarse ocasionalmente destinado en Cuenca cuando se inició el Alzamiento Nacional, no ha participado en la guerra ni ha sido activista de ningún partido, tan solo estuvo afiliado al Sindicato de Maestros Libres, sin cargo alguno, se le acusa de ateo y de haber colaborado con los rojos por haber repartido entre los niños más necesitados de la escuela el Socorro Rojo. Excelencia mi hermano es tan ferviente católico como yo misma, desde el primer día de su encarcelamiento ha confesado y comulgado tantas veces como el capellán de la cárcel ha oficiado, y sin que nadie le empujara a ello, parece ser Excelencia de que fue denunciado por un gran propietario de tierras por que antes de la guerra no permitió a su hijo ir a la escuela con uniforme y boina de falange, este denunciante después ni se ha presentado en el juicio..., pero si se han presentado mas de cien avales de clérigos tanto de Galicia como de Cuenca a los que mi hermano protegió de la persecución roja, así como de infinidad de personas de orden adictas al Glorioso Movimiento.
- Excelencia.... una palabra vuestra...... se trata de mi hermano. Es ferviente católico y el capellán me dice que está en paz con el Señor, en estado de Gracia...... Exce.....
Un gesto casi imperceptible del Excelso hace que a su vez su ayudante extienda su mano derecha frente a la cara de las monjas y en voz muy baja les conmina.....
- Basta ya, silencio por favor, su Excelencia les habla ahora.
Y el Excelso, inició su perorata con el inconfundible ritmo monocorde de su aflautada voz, acompasada con el subir y bajar de su mano derecha semi-abierta, como el péndulo de un viejo reloj de pesas.