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VILLAREJO DE FUENTES: usted recordando su abnegación, sus votos y el habito...

usted recordando su abnegación, sus votos y el habito que viste, pero por favor no desdeñe los grados. Esto de que le hablo es disciplina, y si esta falta en el ejercito se convierte en una chusma incontrolada. Podemos ser amigos manteniendo estas distancias.

- Por Dios Don “Paquiño”,... yo no sé lo que soy, pero si se que es usted un capitán muy joven, que para su edad tiene mucho mérito, y eso me hace pensar que ha tenido que luchar y sufrir mucho para llegar tan pronto a donde ha llegado.... Hay y perdóneme le acabo de llamar por su nombre y el reglamento dice que debo llamarle por su rango..... Mire usted mi capitán mi nombre en la orden religiosa es Sor Nieves, paradójico ser Nieves en estos pedregales desérticos, llámeme como guste... Sor.... Sor Nieves... Hermana Nieves, y si no puede evitarlo y se empeña no le diré nada si me llama Sargento Nieves, aunque lo ultimo por favor evítelo si es posible.... Yo le tengo un gran respeto de verdad mi capitán, mucho respeto por ahí dicen los soldados y suboficiales que es usted muy recto y severo.... pero ahora esta convaleciente y también necesita un “poquitiño” de “cariñin”.... ¿Verdad que usted me entiende mi capitán?

- Y no se enfade por favor se lo suplico – Continuó Sor Nieves - Puede tener un tirón en los puntos....... pero sin buscarlo he visto en los papeles que usted es de El Ferrol, somos paisanos y casi vecinos mi capitán, una servidora nació y se crió en Mugardos y solo subió dos veces a la lancha que cruza la ría, una de niña para recibir la confirmación del señor obispo en la colegiata de El Ferrol y la otra el día que ingresé en la orden, ya ve que aunque este como usted muy lejos de los míos, bueno los míos son los que necesitan cuidados y consuelo, he conocido poco mundo.... en cambio usted mi capitán.... y perdóneme por favor si me dejo llevar por mi carácter y me excedo en confianzas... tendré que confesarme esta falta... pero por favor mi capitán deje que sea Dios quien me juzgue y no presente quejas al mando del hospital, podrían hacerme volver al convento y tenerme de contemplación, eso me hundiría, yo quiero ser útil a la gente, por que todos son hijos de Dios y a Dios le debe agradar que cuiden a sus hijos..... yo soy muy feliz cuando evito un dolor o ayudo en un trance... pongo mi mejor voluntad y a veces puede que no lo haga bien.... pero de verdad mi deseo es ese.. ayudar.. cuidar.. consolar... ser útil... no ambiciono otra cosa mi capitán, por favor.....

De nuevo, las palabras de Sor Nieves dichas con tranquilidad, casi con lentitud, se habían convertido en un torrente de ternura reblandeciendo la sequedad del capitán que se vio apabullado y sin capacidad de respuesta coherente ante su intento ya pueril de sentar una disciplina autoritaria en aquel ínfimo recinto en que se encontraba, posiblemente ese intento fallido del capitán, pudiera haber tenido su origen, como en muchos de los varones introvertidos...., misántropos..., impotentes... etc, en un innata soberbia que les lleva al abuso mas cruel de los poderes que logran ejercer.

- Bueno... bueno.... Sor Ángeles, mi cuidadora y paisana, aunque sea mujer y monja yo la entiendo y usted me entiende ¿Verdad?. Pues a lo nuestro.

Pasó el capitán en cama unos diez días y en convalecencia levantado unos pocos más, durante ese tiempo siguió recibiendo los cuidados y atenciones más exquisitos que se podían prodigar en aquel establecimiento y lugar, no le faltó la cama más mullida, ni las sabanas mas blancas y suaves, viendo el ínfimo cuarto que tenia asignado parecía como si alguien hubiera pactado con el dios del desierto para que el polvo y arena tuviera prohibido su presencia en la pequeña estancia que tenia signada. En la cocina y en la intendencia, los oficiales y suboficiales se escondían al ver llegar o pasar cerca a Sor Nieves, pues siempre que los abordaba era para pedirles alguna mejora en el rancho, algún manjar que podía ser comida corriente y vulgar en la Patria pero se convertía en exótico en los paramos y pedregales de El Rif, y después a los humildes cocineros les pedía, les rogaba, les imploraba, les exigía, la elaboración de guisos del gusto del capitán, pero plenamente ajenos a los mejores menús de campaña.

A la hora de los cambios de apósito, levantamiento de puntos, curas y seguimiento de la cicatrización, los comandantes y capitanes médicos se percataron rápidamente de que este herido era un caso especial, en todas las visitas siempre eran recibidos con quejas y refunfuños, cuando no con amenazas y maldiciones del herido, que quedaba rápida y plácidamente anestesiado tan pronto como las manos de Sor Nieves efectuaban las maniobras sanitarias que le indicaban los médicos, los cuales se abstenían de tocar ni siquiera con un dedo parte alguna del paciente, aquel mondongo tumefacto se convirtió en coto privado de Sor Nieves.

En su convalecencia, en sus breves paseos, en su estancia por la parte exterior del llamado hospital, no le faltaron al capitán, traídas personalmente por Sor Nieves las prendas y tocados que mejor le sentaban y más cómoda y llevadera le hacían la estancia, en el paroxismo de lo exótico, en la mano del capitán se vio alguna que otra vez botellines de bebidas refrescantes que jamás ninguno de los que por allí pululaban pensaban que podían encontrarse por aquellos pagos.

Y pese a tanta dedicación y tan continuadas atenciones, entre la Sor y el capitán no hubo nada más que una relación de enfermo – enfermera no traspasada ni siquiera por la más leve insinuación de ninguno de los dos, jamás se rebasó el nivel del distanciamiento que impuso el herido, si algún antropólogo hubiera querido hacer un estudio sobre la castidad absoluta en unas relaciones hombre-mujer podría perfectamente relatar lo acaecido entre Sor Nieves y el capitán.

Llegó el día de la alta médica, junto con la orden de evacuación a Ceuta y traslado a la península para disfrutar de un permiso, a punto ya de subir al carruaje que lo alejaría del hospital, en un acto inhabitual de su hierático carácter el capitán ordenó a su asistente que avisara a Sor Nieves, quería despedirse de ella.

Llegó de inmediato Sor Nieves ya que la conocían cuantos estaban ingresados o trabajaban en el establecimiento, se plantó ante el capitán y este le dijo.

- Sor Nieves, por las atenciones que he recibido de usted, por sus cuidados y por que así lo ha querido Dios, creo que ya estoy recuperado y vuelvo a casa con permiso, mi regreso ya no será a este lugar si no al campo de batalla si la guerra no se ha terminado. He querido despedirme de usted y decirle que si quiere o necesita algo que permita mi condición de militar, cuente conmigo

- No necesito nada mi capitán, desearle buen viaje y buena estancia con los suyos. Si he hecho algo especial por usted, no lo diga a nadie, me avergonzaría, tendría que confesarlo, en mi labor no puedo hacer distingos, quizá el ser paisanos...., solo por eso, que conste he....., - Concluyo la monja con un ligero arrebol en sus mejillas.-

- Hermana, escuche, hoy poco puedo ofrecerle, pero mi vocación militar no es quedarme en capitán, me bulle una gran ambición profesional. Y yo sé que el destino me ha predestinado para altas metas, no tardaré mucho en llegar a General, mucho más, a Capitán General, y cuando esto ocurra, y ha de ocurrir, venga a verme y dígame lo que para usted o para la orden necesita, y hoy no le juro por que soy creyente, pero le prometo bajo palabra de caballero español y militar de que no podrá decir nunca de mí aquello de que quien no es agradecido no es bien nacido.

- Adiós hermana, beso su rosario – Dijo finalmente el capitán agachándose, tomando en su mano derecha el rosario que colgaba del cinto de la monja y besándolo.

Lo que el futuro deparó a cada uno, en los años posteriores, no creo tenga trascendencia en este relato. En cuanto al militar pienso que ya es excesivamente conocida su ambiciosa trayectoria. Y en cuanto a la monja, contrariamente a la del capitán su vida continuó en extremo anodina.

El caso es que estos dos personajes parece que se reencuentran de nuevo muy brevemente allá por 1941. Y el ya no era el “capitán” ahora se había transformado en “Excelencia”, tampoco se refugia en blocaos o fortines de El Rif si no en regio palacio en las afueras de Madrid.

Curiosamente, cuidan y protegen su persona individuos tocados con turbante, de piel cetrina y de la misma etnia, nacionalidad y religión que los que tan generosamente había masacrado mientras ostentó mando de tropa en tierras moras.

Un día el edecán del ahora “Excelso”, le pidió permiso para realizar una consulta, obtenido el mismo, le dijo;

considere. - Excelencia, se ha recibido una solicitud de audiencia un tanto extraña, creo que debo ponerlo en su conocimiento para que ordene lo que mejor