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VILLORA: 14 DE JULIO 1930 Nº 417...

14 DE JULIO 1930 Nº 417

A poco de pasar un puente de hierro sobre el Cabriel, marchando desde Cardenete en dirección a Mira, aparecen las ruinas de una esbelta torre y otros restos de fortificación-magníficamente emplazados- dominando el caserío de Víllora, apiñado a la izquierda de la carretera.

Este castillo-y el de Huélamo con sus términos y dehesa de “La Serna” que compraron luego a la Orden de Santiago-perteneció a la familia de los Stú-ñigas, condes de Plasencia. Poseyéndolo en 1553 los hermanos don Anto-nio, prior de San Juan, y don Diego de Zúñiga, abad de Parraces; rica Aba-día de la provincia de Segovia, dueña de diez o doce pueblos, con jurisdic-ción exenta vere nulius y cuya mitra no desdeñaban cardenales y altas dig-nidades seglares, duques y marqueses.

El abad don Diego, fundo mayorazgo en cabeza de su hija doña Inés de Zúñiga y Fonseca, la cual casó con don Bernardino Carrillo de Cárdenas- hijo de don Gutiérrez de de Cárdenas, señor de Colmenar y Oreja y nieto de Luis Carrillo de Albornoz, alcalde de los hijosdalgo de Castilla y señor de Torralba y Beteta.

Don Bernardino murió en octubre de 1571, en la gloriosa batalla de Lepan-to, unos meses antes- el 12 de agosto de dicho año- como presintiendo su muerte, estipuló el arriendo de sus tierras con los vecinos de Víllora, a pla-zo largo, como preconizan ahora los economistas modernos- por 27 años, a cumplir en 1598- sistema que algún tiempo después, sus sucesores, los marqueses de Víllora, habían de convertir en censo enfitéutico, a perpetui-dad, con verdadero carácter de coto o patrimonio familiar, dándose pose-sión a cada vecino de 15 almudadas de primera clase, 25 de segunda y 50 de tercera, en tierras de pan llevar, mas cierto lote de tierras de cuarta con-dición para yerbas y plantío, con facultad a cada censatario para vender, trocar y enajenar “vecino a vecino”. Conservando el marqués “el molino, horno de pan, carnicería, mesón y los demás derechos de señorío” sin sufrir alteración de cómo los poseyó en el siglo XV don Diego López de Stúñiga, duque de Plasencia y de Béjar y conde de Bañares (1499).

“Se hacen claros los beneficios que resultarán a los labradores vasallos del señor marqués (*) en esta nueva merced que los hace, con el deseo princi-palísimo de que salgan de la miseria en que se hallan, por no haberles que-dado reliquias de los afanes de sus antepasados, por el método de arriendo hasta ahora seguido por un determinado tiempo, al fin del cual han dejado en el Quiñón todo su trabajo”
En el mismo documento se mencionan bienes-tierras y casa- pertenecientes a la Iglesia, al Hospital y Ermitas prometiendo su señoría el marqués acre-centarlas “en cuanto fuere necesario y posible”.

Esta nueva estructuración de la propiedad y reparto del latifundio- de las dehesas de “Las Oyas”, “El Perucho” y “Bujedoso”, con 9.800 almudes de terreno al Norte, entre los moradores de Víllora, y 10.700 al Sur, entre los vecinos de Cardenete y forasteros que quieran avecindarse en Víllora- todo estuvo a punto de malograrse por el empeño del señor en seguir nombran-do él los cargos concejiles, sin elección popular, sometiéndose el asunto en 1782 al Real Consejo de Castilla y Rey Carlos III.
Dictaminando sobre ello el conde don Pedro López de Lorena y el conde de Campomares, y al fin se entendieron los vecinos y el marqués de Víllo-ra, con cuyo nombre firmó la escritura de cesión su apoderado y adminis-trador don Jacobo Nicolás de Moliní, alcaide del Castillo de Víllora en 1798.

En el concierto de las condiciones intervinieron también don Luis Notario, cura de la Villa, y don Eustaquio de Víllora, presbítero y capellán de la er-mita de Nuestra Señora del Castel de Olivas, santuario situado en abrupto peñón cerca del Cabriel y casi en el término de Enguídanos.

No son gran cosa las referencias que el “Diccionario geográfico de Madoz “y la “Guía Larrañaga” dan cerca del Castel de Olivas, pero a ellas he de remitir al lector si quiere saber que aquel nombre corresponde a una “casa con ermita, en la provincia de Cuenca, partido judicial de Cañete, y térmi-no de Víllora”. Ni más, ni menos.
Añadiremos por nuestra cuenta, que se encuentran al Sur de aquel término municipal, sobre rocoso basamento, siguiendo aguas abajo el rio de San Martín de Boniches- pasando “El Saltadero”- a la izquierda del camino que va a Enguídanos.

Los parajes que rodean a la casa y ermita destruida, tienen nombre muy españoles como “Alto de la Virgen”, “Cerro de los Santos” y otros que no anoté, por lo cual habrá de parecer más extraño se dejaran arruinar y des-aparecieron tan antiguos y devotos santuarios de la comarca. Sorprendién-dome también que no hayan trascendido fuera de ella sus
venerables e interesantes tradiciones.

Porque en vano he buscado en mi copiosa bibliografía conquense, alguna vieja historia de Nuestra Señora de Castel de Olivas, que posiblemente se estamparía en imprentas de Madrid o Valencia, cuando Cuenca- a causa de la guerra “de Sucesión”- se quedó sin prensas ni tipógrafos. Y habían de imprimirse fuera de aquí aquellos opúsculos de este género- tan abundantes en la primera mitad del siglo XVIII- que tenían por títulos “Historia pane-gírica de Nuestra Señora del Pilar de Altarejos”, ”Noticia histórica de los sudores de la Cara de Dios de Honrubia”, “Historia del Santuario de Nues-tra Señora de los Ojos” y obras que tratan de “San Miguel de Hortalén”, de “La Virgen de Monsalud” y “Nuestra Señora del Asei”, “de la “ermita de Altomira”, de la célebre imagen de “Nuestra Señora de Texeda” aparecida cerca de Garaballa y de la “aparición y milagros de Nuestra Señora del Tro-medal”. Pues aunque perteneciente esta última a la antigua diócesis de Albarracín, bien podemos considerarla como cosa propia, por devoción que le tienen en varios lugares de nuestra serranía, próximos a las fuentes del Tajo. Por lo que, el libro, cita repetidamente nuestros montes y ríos, y dice en otra página “Los partidos de Molina, Cuenca y Sigüenza, tienen derecho igualmente a que se les recuerde, no siendo inferiores a los Arago-neses en el culto y amor a esta Santa Imagen”….

En Castel de Olivas, la efigie escondida por los cristianos fugitivos para evitar su profanación por los agarenos que avanzan victoriosos por Axar-quía (hacia el Norte) buscando los manaderos de los ríos importantes y ya eran dueños de la Manxa (Mancha o tierra seca), viene a encontrarla al ca-bo de muchos años, un pastor de Víllora que iba buscando una cabras que se le extraviaron. Como la Virgen de la Luz-patrona de cuenca- la Virgen de la Sierra en Cabra y nuestra Señora de la Yedra en Baeza, tiene lugar en el fondo de una cueva, desconocida de todas las gentes, el hallazgo de la arcaica imagen del Castel de Olivas.

No hay noticia de que el pastor de Víllora, tuviera que matar ningún lagar-to gigantesco- como en Cabra (Córdoba)- para llegar donde estaba la Vir-gen; ni recibiera- cual su compañero el de Garaballa- encargo expreso de “que era su gusto ser asistida y servida de los Religiosos Trinitarios, pero no por eso fue menos reverenciada en todo el extenso señorío de los Zúñi-gas, la morena imagen aparecida en el Castel de Olivas. Así lo prueban va-rias pinturas que he visto y cuyo tenebrismo de escuela se aviene bien con la espelunca que se trataba de representar.
La iglesia triste y sombría
en honda calma reposa
tan helada y silenciosa
como una tumba vacía
(Núñez de Arce)

Y eso es la iglesia de Víllora, la yacija de muchas desvanecidas grandezas delante de la cual se yergue- como el espectro del pasado- un torreón del castillo, mordido por las balas y lamido por las llamas, en la retirada de las huestes de Cabrera en 1830.
A la izquierda de una nave con sencilla cubierta de alfarjía, se muestra en el interior un bas coté de apariencia románica, que ha tenido pinturas- entre ellas las figuras de Judih y Holofernes, con leyendas- que se encalaron hace pocos años. En el presbiterio también fue colocada una tarima que oculta las laudas sepulcrales de los Señores y Marqueses de Víllora; creo que todo ha sido lo menos grave que ha podido suceder.

Afortunadamente está intacto el artesonado, que es digno de estima- aun-que es uno de los más sencillos entres los numerosos techos mudéjares que he visto en la provincia. Conste que digo he visto y no se conservan, re-cordando el lamentable caso de Peraleja, donde por incomprensible debili-dad del Arquitecto diocesano fue sustituido recientemente por una bóveda uno de los más interesantes techos de madera de la región.

La sombría iglesia apenas si nos consiente hacernos cargo de dos altarcitos votivos, donde se leen los nombres de don Luis de Zúñiga, don Antonio de Zúñiga y la Cerda, y una fecha: 1717. Pero por lo menos la pintura del lado del Evangelio parece más antiguo que de ese año.

De plata labrada, solamente podían enseñarme los señores Cura y Sacristán una cruz repujada- sobre armazón de madera- con Cristo, en uno de los frentes y la Virgen en el otro. La manzana, está adornada con cuatro figuri-tas más pequeñas: San Pedro, San Pablo, San Juan y San Roque, que es el patrón del pueblo. Si hubo algunas alhajas más hace tiempo que no están en Víllora.

(*) Don Tomás Francisco Bellanger de Zúñiga y la Cerda, capitán y alférez de Granaderos del Real Cuerpo de Guardias Waloñas, dueño y señor sola-riego y jurisdiccional de la villa y mayorazgo de Zuñiga en 1782, siendo alcalde único de la villa Francisco Mtz. Cano.

JUAN GIMÉNEZ DE AGUILAR
23 de Junio de 1930.
LA VOZ DE CUENCA
14 DE JULIO 1930 Nº 417