AMIGO CAMBRA, CRÓNICA ESCRITA TOMANDO
COMO BASE LO QUE TU ME CONTASTE DE LOS
TÍPICOS “GANXERS” DE CUENCA
ATENTAMENTE: J. Viñals
MARCHALENES Y LOS INTRÉPIDOS “GANXERS”Durante siglos, las gentes de los Serranos y del rincón de Ademuz, sobrios moradores del norte de la provincia de Valencia, fueron los encargados de conducir, con pericia y en arriesgadas travesías, río abajo, los troncos cortados de aquellos montes, hasta que concluían almacenados en la llanura o “conca” de la rambla de Marchalenes, a la izquierda del puente de San José, estas cuadrillas de guías de las arriesgadísimas maderadas, eran considerados por su valentía y arrojo con el calificativo de intrépidos “ganxers” Rivalizaban en tan codiciado mérito las cuadrillas de gancheros conquenses que sobre el río de Quelaza (el Cabriel), conducían la maderada al sur de la provincia de Valencia, concretamente hasta Alcira, en la Ribera
Alta y, desde esa importante ciudad, eran reconducidos nuevamente hasta Cullera, en la Ribera Baja, y desde esta última población, se embarcaban hasta Denia, en la Marina Alta, donde existían expertos calafates dedicados a la construcción de barcos y experimentados “mestres d’aixa” De esta tan arriesgada como peligrosa profesión han escrito entre otros, don Teodoro Llorente, J. Pardo de la Casta, Manolo Cambra Martí, Migel Romero Sáiz; M. Sanchis Guarner, en su libro.- “La Ciutat de València (1983), se refiere de la manera siguiente a tan espectacular profesión.- “ (…) Hom distinguia la “fusta de mar” o d’inportasió desembarcada en el Grau, de la “fusta de riu” procedente dels boscos d’Aragó i del Serrans, que era devallada suran pel Turia, en rais conduïts per intrepits “ganxers” de Xelva o Ademús, i apilada en “peanyes” a Marxalenes i a la Saidia”.
Previamente a la llagada de la maderada, se ordenaba atrancar todas las compuertas de las azudes, tanto los de la parte derecha, como de la parte izquierda del río, y de esa manera se propiciaba aumentar sensiblemente el caudal del Turia, para mejor trajinar los troncos.
Don Luis B. Lluch Darin, nos descubre en Los Bosques Valencianos (1957), la bizarra actitud de las esforzadas cuadrillas de –ganxers- de los Serranos y del rincón de Ademuz, hasta que concluían tan aventurada travesía, dejando ordenados los troncos en la explanada de Marchalenes. De la importancia del acontecimiento dan cuenta las palabras de Lluch Garin.-
“ (…) El pregonero del bosque era aquella voz que, como un heraldo corría por las calles de nuestra vieja ciudad:
- ¡Ha llegado la maderada!
Todos los vecinos llenaban el puente nuevo, nuestro actual puente de San José, y se acomodaban en la barandilla para contemplar a sus anchas y con toda comodidad aquel curioso espectáculo (…). Nos dice y nos cuenta don Teodoro Llorente, en su “Historia de Valencia” que los Madereros Chelvanos, y también –añado yo- los buenos madereros del Rincón de Ademuz. “Era gente sobria y valiente –sigue describiendo el citado autor-, de tostado cutis y músculos de acero, de aspecto semiarábigo, vistiendo tosco y acampanado sombrero de negrusco fieltro, fuerte chaquetón de paño pardo, voluminosa faja y cortos zaragüelles de lienzo blanco y empuñando el gancho de su oficio, fuerte alabarda con la cual guían los maderos, los separan, los recogen y dan curso habilisimamente a ese montón enorme de troncos que del río llegan, y que en cada instante amenaza con un peligroso abarrancamiento. Por un misero estipendio –continua el citado Teodoro Llorente-, tres reales y medio de jornal en dinero, cuarenta onzas de pan negro, una de aceite y media azumbre de vino, pasa tres o cuatro meses aquella pobre gente, viviendo como anfibios (...). Todo lo contrario que les sucedía a los sobrios gancheros valencianos, les ocurría a los madereros de las cuadrillas de Cuenca, que disfrutaban de la consideración de ser proveídos durante la travesía con comida condimentada por mujeres, que hacían las veces de cantineras y que eran conocidas con el cariñoso nombre de “bonacheras” (quizá por ser originarias de Buenache de la Sierra). También ha escrito sobre las maderadas, F. Herrero. (LAS PROVINCIAS, 28 de noviembre de 2006), “El siguiente párrafo corresponde a una crónica donde Pardo relata la exhibición que los madereros valencianos efectuaron en Aranjuez donde se hallaba la reina Isabel II y su corte: “Los madereros –escribe- ejecutaron las maniobras de su oficio con presteza y habilidad y construyendo un puente movedizo, pero seguro, por el cual su majestad, seguida de sus aristocráticas damas, cruzó el río.”…,
En 1830, el intendente corregidor de Valencia ordenó, que la madera no podía ya ser apilada en la Rambla y que tenía que acarrearse por sus dueños a sus propiedades particulares, todo como consecuencia del peligro que suponía que una riada hiciese estrellar los troncos sobre los trece arcos de sillería que consta el puente de San José. Sobre los dos tajamares, espolones salientes de los pilares para frenar la corriente del agua, por aquellos tiempos había dos esculturas de Ponzanelli. Es a principio del siglo XX, cuando proliferaron los aserraderos y almacenes de madera –vora riu-. Las expediciones de las maderadas todavía llegaron a Valencia hasta bastante tiempo después, según aparece en un periódico de 10 de febrero de 1867 que informa de que la remesa de maderas que periódicamente se traslada al cap i casal, acaba de llegar a las puertas de la ciudad y los troncos son apilados en los almacenes situados en la izquierda del puente de San José. Els marjalers eran testigos preferentes de tan espectacular, como habilidoso y arriesgado trabajo dels ganxers en la conducción de las maderadas desde los Serranos hasta Marchalenes.
Juan Bautista Viñals
Manuel Cambra Martí
COMO BASE LO QUE TU ME CONTASTE DE LOS
TÍPICOS “GANXERS” DE CUENCA
ATENTAMENTE: J. Viñals
MARCHALENES Y LOS INTRÉPIDOS “GANXERS”Durante siglos, las gentes de los Serranos y del rincón de Ademuz, sobrios moradores del norte de la provincia de Valencia, fueron los encargados de conducir, con pericia y en arriesgadas travesías, río abajo, los troncos cortados de aquellos montes, hasta que concluían almacenados en la llanura o “conca” de la rambla de Marchalenes, a la izquierda del puente de San José, estas cuadrillas de guías de las arriesgadísimas maderadas, eran considerados por su valentía y arrojo con el calificativo de intrépidos “ganxers” Rivalizaban en tan codiciado mérito las cuadrillas de gancheros conquenses que sobre el río de Quelaza (el Cabriel), conducían la maderada al sur de la provincia de Valencia, concretamente hasta Alcira, en la Ribera
Alta y, desde esa importante ciudad, eran reconducidos nuevamente hasta Cullera, en la Ribera Baja, y desde esta última población, se embarcaban hasta Denia, en la Marina Alta, donde existían expertos calafates dedicados a la construcción de barcos y experimentados “mestres d’aixa” De esta tan arriesgada como peligrosa profesión han escrito entre otros, don Teodoro Llorente, J. Pardo de la Casta, Manolo Cambra Martí, Migel Romero Sáiz; M. Sanchis Guarner, en su libro.- “La Ciutat de València (1983), se refiere de la manera siguiente a tan espectacular profesión.- “ (…) Hom distinguia la “fusta de mar” o d’inportasió desembarcada en el Grau, de la “fusta de riu” procedente dels boscos d’Aragó i del Serrans, que era devallada suran pel Turia, en rais conduïts per intrepits “ganxers” de Xelva o Ademús, i apilada en “peanyes” a Marxalenes i a la Saidia”.
Previamente a la llagada de la maderada, se ordenaba atrancar todas las compuertas de las azudes, tanto los de la parte derecha, como de la parte izquierda del río, y de esa manera se propiciaba aumentar sensiblemente el caudal del Turia, para mejor trajinar los troncos.
Don Luis B. Lluch Darin, nos descubre en Los Bosques Valencianos (1957), la bizarra actitud de las esforzadas cuadrillas de –ganxers- de los Serranos y del rincón de Ademuz, hasta que concluían tan aventurada travesía, dejando ordenados los troncos en la explanada de Marchalenes. De la importancia del acontecimiento dan cuenta las palabras de Lluch Garin.-
“ (…) El pregonero del bosque era aquella voz que, como un heraldo corría por las calles de nuestra vieja ciudad:
- ¡Ha llegado la maderada!
Todos los vecinos llenaban el puente nuevo, nuestro actual puente de San José, y se acomodaban en la barandilla para contemplar a sus anchas y con toda comodidad aquel curioso espectáculo (…). Nos dice y nos cuenta don Teodoro Llorente, en su “Historia de Valencia” que los Madereros Chelvanos, y también –añado yo- los buenos madereros del Rincón de Ademuz. “Era gente sobria y valiente –sigue describiendo el citado autor-, de tostado cutis y músculos de acero, de aspecto semiarábigo, vistiendo tosco y acampanado sombrero de negrusco fieltro, fuerte chaquetón de paño pardo, voluminosa faja y cortos zaragüelles de lienzo blanco y empuñando el gancho de su oficio, fuerte alabarda con la cual guían los maderos, los separan, los recogen y dan curso habilisimamente a ese montón enorme de troncos que del río llegan, y que en cada instante amenaza con un peligroso abarrancamiento. Por un misero estipendio –continua el citado Teodoro Llorente-, tres reales y medio de jornal en dinero, cuarenta onzas de pan negro, una de aceite y media azumbre de vino, pasa tres o cuatro meses aquella pobre gente, viviendo como anfibios (...). Todo lo contrario que les sucedía a los sobrios gancheros valencianos, les ocurría a los madereros de las cuadrillas de Cuenca, que disfrutaban de la consideración de ser proveídos durante la travesía con comida condimentada por mujeres, que hacían las veces de cantineras y que eran conocidas con el cariñoso nombre de “bonacheras” (quizá por ser originarias de Buenache de la Sierra). También ha escrito sobre las maderadas, F. Herrero. (LAS PROVINCIAS, 28 de noviembre de 2006), “El siguiente párrafo corresponde a una crónica donde Pardo relata la exhibición que los madereros valencianos efectuaron en Aranjuez donde se hallaba la reina Isabel II y su corte: “Los madereros –escribe- ejecutaron las maniobras de su oficio con presteza y habilidad y construyendo un puente movedizo, pero seguro, por el cual su majestad, seguida de sus aristocráticas damas, cruzó el río.”…,
En 1830, el intendente corregidor de Valencia ordenó, que la madera no podía ya ser apilada en la Rambla y que tenía que acarrearse por sus dueños a sus propiedades particulares, todo como consecuencia del peligro que suponía que una riada hiciese estrellar los troncos sobre los trece arcos de sillería que consta el puente de San José. Sobre los dos tajamares, espolones salientes de los pilares para frenar la corriente del agua, por aquellos tiempos había dos esculturas de Ponzanelli. Es a principio del siglo XX, cuando proliferaron los aserraderos y almacenes de madera –vora riu-. Las expediciones de las maderadas todavía llegaron a Valencia hasta bastante tiempo después, según aparece en un periódico de 10 de febrero de 1867 que informa de que la remesa de maderas que periódicamente se traslada al cap i casal, acaba de llegar a las puertas de la ciudad y los troncos son apilados en los almacenes situados en la izquierda del puente de San José. Els marjalers eran testigos preferentes de tan espectacular, como habilidoso y arriesgado trabajo dels ganxers en la conducción de las maderadas desde los Serranos hasta Marchalenes.
Juan Bautista Viñals
Manuel Cambra Martí