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ALBARES (Guadalajara)

Retablo de la iglesia
Foto enviada por Manuel de Burgos

Sea cual sea su verdadero origen, los disfraces y calabazas propias de Halloween ganan terreno en todo el mundo frente al recogimiento de la fiesta de Todos los Santos, sin embargo, lo más delicioso de la tradición católica, los exquisitos buñuelos y huesos de santo se mantienen con más fuerza que nunca.
Aunque existen muchas teorías, el origen de la 'Noche de Brujas' aún es muy difuso. Algunos expertos atribuyen a los druidas celtas la celebración de este día mágico; otros consideran que no es una herencia pagana, sino una una tradición procedente del cristianismo.
La tradición celta de poner, cada noche del 1 de noviembre, calabazas huecas con ojos y bocas amenazantes y una vela en su interior, adornando las calles de los pueblos, es una herencia compartida tanto en Galicia como en Irlanda, desde donde se exportó a Norteamérica a través de los colonos.
Algunos especialistas sitúan el nacimiento de esta celebración típicamente anglosajona en la Galicia rural de mediados del siglo XIX.
El origen de Halloween
Aunque esté muy extendida la creencia de que el origen de esta fiesta se encuentra en tierras norteamericanas, en realidad, Halloween tiene raíces muy próximas a la Península Ibérica.
Hoy son producto de pastelería, pero no cabe duda que lo más habitual durante décadas fue elaborarlos en casa.
Al igual que los huesos o los buñuelos, los panallets son unos pasteles pequeños, de gusto exquisito, que se pueden comprar de diversos sabores, aunque los de piñones son los más tradicionales.
Los panallets
Más habituales en Cataluña, pero ya muy extendidos por toda España, destacan también entre los postres del Día de Difuntos, los panallets, que son deliciosos productos de repostería casera compuestos de azúcar, mazapán, limón y huevo.
Los rellenos de crema, cabello de ángel, chocolate y nata ya no son los únicos. Actualmente existe una variedad tan amplia como la que encontramos en la pasta de los huesos de santo.
Al tener menos peso que los huesos, son más ligeros y cuestan más baratos, sin embargo, a la larga, también empachan.
La pasta del buñuelo, hecha de harina y azúcar, que se fríe en aceite bien caliente, tiene una gran tradición gastronómica en España: ya a principios del siglo XVII encontramos referencias a este postre, en torno a las recetas que usaba el cocinero real de Felipe III.
Buñuelos rellenos
Mucho más ligeros y económicos que los huesos de santo, o por lo menos así es en teoría, son los famosos buñuelos, que inicialmente eran 'de viento', y que hoy se saborean rellenos de distintos sabores.
En Castilla no se ha perdido su tradición y se consumen más que nunca, a pesar de que su precio es bastante elevado. Su valor es alto porque aún se elaboran artesanalmente: lo más común es adquirirlos en pastelerías y confiterías.
Se trata de un postre muy concentrado: reúne en una porción muy pequeña un sabor dulce muy denso, por lo que enseguida 'llenan'.
Antiguamente, el interior se rellenaba solamente de una masa dulce de yema, aunque con el paso de los años se fueron diversificando los rellenos y ahora los podemos encontrar de todos los sabores: desde gustos tradicionales como chocolate, trufa o coco, hasta otros más atrevidos como el plátano o la frambuesa.