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ALBARES (Guadalajara)

En todo el barro... cochina
Foto enviada por Manuel de Burgos

Mejor es tener una sola salida; pero buena.
Piérdase a veces un negocio por sobra de expedientes y recursos; se malgasta el tiempo buscando cuál es el mejor, probando esto, lo otro, y lo de más allá.
Y así diciendo se encaramo bonitamente al árbol más cercano. La zorra dio mil vueltas y revueltas, todas inútiles; metiese en cien rincones, escapó cien veces a los valientes canes, probó todos los asilos imaginables, y en ninguna madriguera encontró refugio; el humo la hizo salir de todas ellas, y dos ágiles perros la estrangularon por fin.
“Busca en tu saco, busca en tus astutas mientes una salida segura; yo ya la tengo”
Y vuelta a la disputa. Que sí, que no, estaban dale que dale, cuando una jauría dio fin a su contienda. Dijo el gato a la zorra:
“Pretendes ser muy sagaz, y no sabes tanto como yo. Tengo un saco lleno de estratagemas y ardides.
-Pues yo no llevo en mis alforjas más que una; pero vale por mil”
Debatieron largo tiempo, y después hablaron del prójimo. Por fin dijo la zorra al gato.
El camino era largo y aburrido: disputaron sobre el modo de acortarlo. Disputar es un gran recurso; sin él nos dormiríamos siempre.
El gato y la zorra, como si fueran dos santos, iban a peregrinar. Eran dos solemnes hipocritones, que de indemnizaban bien de los gastos de viaje, matando gallinas y hurtando quesos.
El gato y la zorra
Este gato no es negro pero ha servido.
Por eso una de las tradiciones de Halloween advierte que si un gato negro se te cruza por delante en esta noche la mala suerte caerá sin remedio sobre tu cabeza. ¿Sin remedio? Noooo, hay un antídoto: cuando te pase eso da inmediatamente siete pasos hacia atrás y ¡maldición conjurada!
Se dice que el cuerpo del gato negro no es más que el disfraz que utilizan las mismas brujas para pasearse tranquilamente por la ciudad, para pasar desapercibidas.
En la leyenda, la diosa céltica Wicca se convierte en un gato negro para cometer el incesto con su hermano, Lucifer
Si el gato era considerado símbolo de la divinidad entre los egipcios; los celtas, por el contrario, desarrollaron un miedo particular a este mítico animal, pues creían que los gatos negros era la forma felina en que algún poder demoníaco había transformado a una persona, es decir, los gatos eran personas malditas.