Una luz resplandeciente como la del sol, pero dulce y apacible como todo lo que viene del
cielo, una Señora prodigiosamente bella se dejó ver por Bernardita. Vestía un
traje blanco, brillante y de un tejido desconocido, ajustado al talle con un cinta azul; largo velo blanco caía hasta los pies envolviendo todo el cuerpo. Los pies, de una limpieza virginal y descalzos, parecían apoyarse sobre el rosal silvestre. Dos rosas brillantes de
color de oro cubrían la parte superior de los pies de la Santísima
... (ver texto completo)