Había una vez un niño de siete años de edad, que vivia con su padre en una remota población rodeada por grandes
montañas. Todas las mañanas después de tomar el desayuno acompañaba a su padre hasta la carpintería, mientras este se dedicaba a cortar la madera para fabricar las sillas, Carlitos se sentaba en el piso a dibujar en hojas de papel, imaginarios
paisajes, siendo su tema favorito crear estrellas de todos los tamaños y
colores.