¿Os suena está historia? A mi me la han contado de diversas maneras. Es más el otro día cuando estubo la prole en casa y empezaron a contar historias de miedo es la que conté yo.
Cuando al día siguiente regresamos a casa, vimos tres cruces al borde del camino. Marcaban el lugar donde la mujer y sus niños se habían bajado del auto.
Fin
A pesar de ver a mi mamá, con su yeso a cuestas, pero bien, ni mi papá ni yo pudimos dormir esa noche.
Cuando llegamos a la casa, mi abuelo adivinó por nuestras caras de espanto lo que había ocurrido. Evidentemente ya lo había experimentado y nos convidó con un vaso de agua fresca.
Mi padre detuvo el auto. Ellos abrieron la puerta, dieron las gracias y desaparecieron.
Mi papá tomó con fuerza el volante, pero temblaba.
Cuando avanzamos dos kilómetros la mujer dijo – Aquí nos bajamos. Pare por favor.
Mi papá estaba blanco como un papel y yo me había quedado sin habla. ¿Cómo se habían subido al auto? ¿Quiénes eran estas personas?
Mi padre aminoró la marcha sin detenerse e inmediatamente vimos con estupor que la mujer y los niños se encontraban en el asiento trasero sin decir palabra.
Mi padre continuó sin bajar la velocidad. –Papá. Los vas a atropellar- grité.
Mientras avanzábamos, vimos claramente como una mujer con dos niños de la mano estaban parados en medio del camino.
Luego de un largo trecho tomamos un camino de tierra. No serían más de cuatro kilómetros, pero debíamos pasar rápidamente el camino bordeado de tilos. La niebla comenzó a descender rápidamente envolviendo al auto.
Tomamos la autopista. Era tarde y había muy poco tráfico. Luego salimos y tomamos una ruta rodeada de campos. Casi se podía ver todo ya que la luna iluminaba con un reflejo brillante a los grupos de árboles y animales.
Así fue como metimos algunas cosas en el bolso y luego de parar en una estación de servicio para cargar nafta continuamos nuestro camino.
Siempre pensé que era un tema de seguridad. Pensé que seguramente allí se esconderían ladrones y asaltantes para burlar a los desprevenidos.
Mi abuelo se negaba a que hiciéramos el camino de noche. No sé que superstición lo acobardaba. Pero la gente de campo tiene esas cosas. Como mi papá insistió. El abuelo le advirtió que no parara en ningún momento cerca de los tilos. Por más que le hicieran señas mujeres o niños.