La realeza europea tuvo siempre una pasión mal disimulada por las pequeñas casas que imitaban, quizá, la vida que ellos no podían llevar.
Lo que sí sabemos es que, al principio, las casas de muñecas no eran para los niños, o al menos, únicamente para su contemplación, pues se consideraban objetos caros y exclusivos.
Es curioso que en nuestro entorno, el Mediterráneo, prácticamente no exista constancia de su uso.
Las inglesas hicieron su aparición a principios del siglo XVIII y las norteamericanas, a finales del mismo siglo.
De momento, y hasta que surjan nuevos datos, es en los países del norte de Europa donde nacen las casas de muñecas.
En el maravilloso museoromano de Mérida, en su planta 1ª, podemos ver una colección de miniaturas de lo más sospechoso: un conjunto de miniaturas que imitan piezas tanto cerámicas como metálicas y una representación de objetos de tocador formada por ungüentarios del siglo I d. C., y unos pequeños recipientes para guardar pinturas.
¿Objetos votivos o juguetes? Tal vez algún día lo sepamos.
Sí sabemos que se han encontrado toscos e inocentes juguetes en cuevas de neardentales…