- ¿Os burláis? Contesto la comadre: no sabéis quién soy yo. Id descansada.”
“ ¡Ah, comadre! le dijo, ¡Si supieras lo que pasa! No me descubráis, porque lo pagaría yo: mi marido ha puesto un huevo tan grueso como el puño. ¡Por Dios guardad bien el secreto!
Apenas rayó el día, dejó el lecho la indiscreta esposa, y corrió a buscar a la vecina:
La mujer, ignorante en esta y otras muchas cosas, lo creyó, y puso a todos los dioses por testigos de la solemne promesa que hizo de callarse; pero los juramentos se desvanecieron justamente con las tinieblas nocturnas.
-Sí, ahí lo tienes: aún esta caliente. No lo digas a nadie: me llamarían gallina.”
- ¿Un huevo?
“ ¡SantosCielos! ¿Qué es esto? ¡No puedo más! ¡Voy a reventar! ¡Ay! ¡He puesto un huevo!
Nada pesa tanto como un secreto: es una carga que abruma al sexo débil: y, en esto, conozco a muchos hombres que son mujeres también.