En los tiempos visigóticos, aquellas tierras de Moratalla habían tejido otra
historia de amor; estando la princesa Ordelina prometida en matrimonio con el noble Sigiberto, quebrantó instantes antes de la
boda su palabra, para casarse con Hiliberto, rival de aquél. Contrajeron el vínculo vísperas de
San Juan, pero el matrimonio no quedó consumado porque a media
noche moría repentinamente Ordelina, quedando condenada su alma a vagar en pena eternamente, a causa del perjurio, cobrando figura humana
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