Ana muere
joven, con apenas 36 años, agotada y con la salud quebrantada, sin embargo de ella nos ha quedado una
tradición todavía viva: Su emblema real fueron los armiños blancos,
color que usó repetidamente en sus
bodas, así por simple imitación, se hizo muy popular entre las damas de la época, casarse llevando un vestido de ese color. Hoy todavía se hace en muchos países occidentales