El
invierno de 1621 fue muy frío y en el despacho del rey se colocó un gran brasero. Felipe, que padecía unas ligeras calenturas, recibía en el rostro el fuerte calor del brasero, lo cual le hacía sudar y le sofocaba. En realidad, el rey murió de escarlatina pero esto no impidió a Bassompierre asegurar que la culpa de la muerte fue la etiqueta.