Las demás
piedras prestaron más atención también, y estirándose todo lo que pudieron, observaron el escritorio de tres patas. La que dio la voz de alarma, casi se tuvo que tapar las orejas, porque todas las piedras del
camino empezaron a comentar como locas a la vez, la osadía de dejar allí mismo un mueble, ¿Cómo era posible aquello? En medio de
pinos añejos, y de algún que otro roble casi abuelo, yacía un viejo y destartalado escritorio, que le faltaba algún cajón, la barandilla de arriba estaba
... (ver texto completo)