Nadie está exento de él. “Nada con exceso” es una máxima citada por todos y por nadie observada. De todos los seres nadie es tan dado a abusar como la raza humana. Chicos y grandes, todos pueden ser acusados de este defecto. Después el cielo encargó a los hombres que castigasen a aquellas bestias, y os hombres, a su vez abusaron del divino mandato. Echáronse sobre ellas, y tal destrozo hicieron, que el cielo dio licencia a los lobos para devorar algunas reses. ¿Qué hicieron los lobos? Acabar con todas ellas, y si no acabaron, esa era su intención. Para corregir ese defecto del trigo, permitió Dios a los carneros que cercenasen la exuberancia de las mieses pródigas.