A esa edad ya empezaban con problemas menos infantiles, con enamoramientos y eso». Todas las cartas recibidas pasaban por Margarida Callao, quien afirma que, después de leérselas, se ponía delante de la máquina y escribía las respuestas «de un tirón, sin tachones ni borradores, porque me salían directamente del corazón»