Pero, la verdad, no me quedaría allí sola por nada del mundo.” Igual de significativo resulta el testimonio de Gerardo Cano,
que en 1992 pasó una noche en el castillo en compañía de ocho amigos. Los jóvenes buscaron una estancia más o menos limpia para dormir. Al final decidieron instalarse en una junto a un corredor y allí durmieron toda la noche de un tirón.
que en 1992 pasó una noche en el castillo en compañía de ocho amigos. Los jóvenes buscaron una estancia más o menos limpia para dormir. Al final decidieron instalarse en una junto a un corredor y allí durmieron toda la noche de un tirón.