Abd al-Aziz consolidó el dominio árabe en la península mediante acciones no sólo militares, sino también políticas: un elemento clave fueron las capitulaciones con el último reducto visigodo del conde Teodomiro. Pese a todo, murió asesinado por unos sicarios enviados por el mismísimo califa de Bagdad, temeroso del poder alcanzado por el gobernador.