Según cuenta la leyenda, el filósofo estoico griego Crisipo (Soli, 281- ¿?, 208 a. C.), discípulo de Zenón de Citio y notable dialéctico, murió de un exagerado arrebato de risa que le provocó, según parece, la contemplación de una escena en la que un burro se comía unos higos.