Los estudios de Max Fleischer fueron los encargados de convertír al marinero en una estrella del celuloide en 1932, haciéndole intervenir en un par de episodios de la por entonces muy popular Betty Boop, e inmediatamente obtuvo la aclamación del público, y tuvo su propia serie, tan famosa, que décadas después comenzó a emitirse por la pequeña pantalla.