Qué tristeza más grande, después de tantos años de servir, de enseñar, de dar todo de mí, aquí termino mis días..., Se quejaba el escritorio.
¡Eh! Qué te pasa, por qué estas lloriqueando y además recostado en mi tronco, no se por qué, me suenas conocido.
¡Eh! Qué te pasa, por qué estas lloriqueando y además recostado en mi tronco, no se por qué, me suenas conocido.