Un cliente muy rico y habitual del Ritz-Carlton de Cancún quería ver una película al aire libre pero en privado. Lo que en principio no entrañaba muchas dificultades se complicó cuando el huésped especificó que quería que fuera en la playa pero no quería tener contacto con la arena. Así que el hotel envió una delegación a Ciudad de México con el fin de comprar las suficientes alfombras para cubrir una buena extensión de playa.