Los hay que ni siquiera pueden esperarse al ir al baño y dejan fluir sus impulsos sexuales en su propio asiento. Es el panorama con el que se encontró la australiana Simone Holt cuando despertó y notó que su vecino de asiento movía demasiado la mano -algo ocultaba debajo de la bandeja- y estaba demasiado rojo y sudoroso.