Entre las condiciones recogidas en las capitulaciones se indicaba que la guarnición abandonaría la ciudad al día siguiente, 21 de febrero, por la puerta del Portillo, por donde luego entrarían las tropas francesas, dejando los defensores sus armas a cien pasos de la puerta. A continuación los oficiales y soldados españoles debían prestar juramento de fidelidad al rey José I, pudiendo seguir luego en el ejército, pero en caso de no jurar serían conducidos como prisioneros a Francia, y aunque fueron muchos los defensores que salieron de la ciudad por la noche, las columnas de prisioneros camino de Francia llenaron los caminos aragoneses que se dirigían a la frontera francesa de los Pirineos, y entre ellos el propio general Palafox, aunque también fueron muchos los que aprovecharon el largo viaje para escapar de los franceses y volver a reintegrarse en la lucha.