El nido escogido, un gran montón de ramas colocadas en saliente o cornisa de montaña, y muy raras veces en un árbol, va aumentando de tamaño al paso de los años. Lo reparan antes de la estación de cría y a menudo lo engalanan con vegetación fresca. Según van creciendo los pollos el nido se va cubriendo de un deposito de huesos, restos del alimento aportado por los adultos.