Este dicho nos remonta a la época en que los estudiantes vestían de capa y gorra.
Y sucedía que, como buenos estudiantes, eran dueños de un apetito voraz a causa del tremendo desgaste que significaba responder a las exigencias de las universidades de entonces.
Y sucedía que, como buenos estudiantes, eran dueños de un apetito voraz a causa del tremendo desgaste que significaba responder a las exigencias de las universidades de entonces.