La Fuente de "Las Carrazoritas” (5).
Hay en Albares una familia muy conocida y numerosa que entre sus muchos méritos reconocidos, hay uno en el que sobresalen. Una de las ramas de esta familia, estaba formada por cinco varones y otras cuatro hembras. Cuando eran pequeños la necesidad general que era mucha en aquellos tiempos, cuentan, que la madre les preparaba un buen perol o caldero y a la de un paso adelante y otro atrás, metían la cuchara hasta dar cuenta de ello. Algunos según comentan evitaban el paso atrás para estar siempre adelante y no perder bocado, aligerando el trago, ó ganar un bocado más.
Unos de sus miembros el día que se casó, fue sonado, no por el ruido que metieran, sino que una vez terminada la fiesta el buen hombre pidió cenar. La mujer le pregunta ¿qué quieres, pues no hay de nada?. – fríe unos huevos si hay, y unas patatas. La mujer tan diligente en su primera noche de bodas, se presenta a la mesa toda satisfecha con un par de huevos y unas pocas patatas. Al ver el marido el plato pregunta: ¿pero qué traes?. -Yo en mi casa para cenar de media docena de huevos para arriba y un cubo de patatas.
Ante la primera reprimenda la mujer aplicó la lección y le sirvió de pauta para el futuro.
Pero a lo que íbamos, este hombre siendo rochano, en verano sacaban el ganado a pastar y una de esas noches, metió las ovejas en el redil y después de ordeñar las cabras y ovejas que necesitó para llenar un cubo, lo atasco bien con una hogaza de pan en trozos, y aunque al final no podía, por venirle largo, se obligo hasta dejar el cubo reluciente. Cuenta que a media noche, le entró tanta sed que se acercó al pozo de las “Carrazoritas”, a oscura metió el cubo y bebió a placer. Al rato el cuerpo se revolucionó y empezó a sentirse mal. Decía, parece tenía fiebre alta y alucinaciones. Como pudo se fue al lugar y con diferentes remedios caseros mejoró. Cuenta, el agua estanca y sin uso, era toda una ciénaga contaminada... Ahora dá gusto. Cosas de Delfín. Así me lo ha contado y así lo cuento.
Hay en Albares una familia muy conocida y numerosa que entre sus muchos méritos reconocidos, hay uno en el que sobresalen. Una de las ramas de esta familia, estaba formada por cinco varones y otras cuatro hembras. Cuando eran pequeños la necesidad general que era mucha en aquellos tiempos, cuentan, que la madre les preparaba un buen perol o caldero y a la de un paso adelante y otro atrás, metían la cuchara hasta dar cuenta de ello. Algunos según comentan evitaban el paso atrás para estar siempre adelante y no perder bocado, aligerando el trago, ó ganar un bocado más.
Unos de sus miembros el día que se casó, fue sonado, no por el ruido que metieran, sino que una vez terminada la fiesta el buen hombre pidió cenar. La mujer le pregunta ¿qué quieres, pues no hay de nada?. – fríe unos huevos si hay, y unas patatas. La mujer tan diligente en su primera noche de bodas, se presenta a la mesa toda satisfecha con un par de huevos y unas pocas patatas. Al ver el marido el plato pregunta: ¿pero qué traes?. -Yo en mi casa para cenar de media docena de huevos para arriba y un cubo de patatas.
Ante la primera reprimenda la mujer aplicó la lección y le sirvió de pauta para el futuro.
Pero a lo que íbamos, este hombre siendo rochano, en verano sacaban el ganado a pastar y una de esas noches, metió las ovejas en el redil y después de ordeñar las cabras y ovejas que necesitó para llenar un cubo, lo atasco bien con una hogaza de pan en trozos, y aunque al final no podía, por venirle largo, se obligo hasta dejar el cubo reluciente. Cuenta que a media noche, le entró tanta sed que se acercó al pozo de las “Carrazoritas”, a oscura metió el cubo y bebió a placer. Al rato el cuerpo se revolucionó y empezó a sentirse mal. Decía, parece tenía fiebre alta y alucinaciones. Como pudo se fue al lugar y con diferentes remedios caseros mejoró. Cuenta, el agua estanca y sin uso, era toda una ciénaga contaminada... Ahora dá gusto. Cosas de Delfín. Así me lo ha contado y así lo cuento.